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El sello barcelonés Días Contados reedita en una tirada limitada un libro convertido en “mito”, fundamental en la bibliografía de Francisco Ferrer Lerín

Francisco Ferrer Lerín. FRAN FERRER

El sello barcelonés Días Contados ha recuperado, para satisfacción de los seguidores y admiradores de Francisco Ferrer Lerín, una obra que es fundamental en su bibliografía: Papur. Y lo ha hecho en un volumen cuidado –sobrio y bello al mismo tiempo– que convierte la lectura en una experiencia placentera y sensorial.

La primera edición data de 2008 y fue publicada por Eclipsados, una pequeña editorial independiente con sede en Zaragoza, si bien “no tuvo una distribución suficiente”, como recuerda el escritor. “El libro resultó muy llamativo, con detalles curiosos como la condición bicolor de las páginas en función de los contenidos”, explica.

El caso es que Papur se convirtió desde el principio en un libro de culto, un objeto de deseo para sus lectores, en una especie de mito que ha ido acrecentándose con el paso del tiempo y que no ha estado exento de avatares, circunstancias indeseadas y situaciones sobrevenidas que Ferrer Lerín ha contado en más de una ocasión. “En la intrahistoria de la primera edición de Papur conviene recordar que este libro, su título, fue el causante de que mi página de internet fuera ‘dinamitada’ y que, como solución de recambio, mis asesores de la Universidad de Zaragoza abrieran un blog personal, que aún perdura. Resulta que en Turquía el cantante racial Abdullah Papur era (es, quizá aún) un ídolo que trasciende lo musical para adentrarse en lo religioso; la palabra PAPUR, en grandes letras, colocada en la cubierta de un libro, a su vez ocupando toda una plana de internet pudo considerarse un ultraje e hizo que se forzara una intervención: mi página lograron inutilizarla, eso sí, sustituyéndola por una bandera ondeante y una música de aire islámico sonando ininterrumpidamente”, comenta Ferrer Lerín, que señala que aquella edición de Papur, ya descatalogada, “aún era posible encontrarla en internet, de segunda mano, hasta hace poco, cosa que ya no es así, lo que me llevó a proponer su reedición a Ramon Girbau, editor de Días Contados con el que ya había colaborado. Su respuesta fue afirmativa”. Una nueva edición que “llena perfectamente un vacío doloroso para mí al tratarse de una obra de la que siempre me he sentido orgulloso, circunstancia que no siempre sucede en un autor”.

La edición de Días Contados sigue la original de Eclipsados pero incorporando la ponencia Jornada laboral de un poeta barcelonés y, a modo de epílogo, la reseña El rey de la péñola jacetana, un texto que apareció en El Periódico en ese mismo año de 2008 firmado por Félix de Azúa. “Es un libro misceláneo, recoge diversas formas, diversos géneros de narrativa. De hecho, está compuesto por varios ‘libros’ –Bibliofilias, Facsímiles, Series– en una fase que permite un desarrollo posterior, que de hecho en algunos casos ya se ha producido tanto en otros volúmenes como en el blog personal, donde se ha ampliado la nómina de los elementos constitutivos de dichos ‘libros’. Tiene también una sección Varios que no deja de ser un cajón de sastre y, finalmente, aparecen tres guiones cinematográficos, dos muy breves, apenas apuntados, y otro Die Rabe, muy elaborado”, relata Ferrer Lerín.

Las escenas de Die Rabe están ambientadas y se desarrollan en las calles y espacios de Jaca y sus alrededores, en paisajes perfectamente identificables y cercanos como la estación de ferrocarril de Canfranc, el castillo de Larrés, el Campo de Jaca, Artaso, Santa Cruz de la Serós, San Juan de la Peña, Sesún, Ascara… Los protagonistas son Lerín y Gran Lerín, un desdoblamiento de la personalidad del escritor que está presente de manera recurrente en su obra. Como advierte acertadamente el escritor y crítico literario Joaquín Fabrellas en un reciente artículo (El país jíbaro) publicado a raíz de la reedición de Papur, “no es fácil desentrañar en la narrativa leriniana esas tres focalizaciones: autor, protagonista y personaje”.

Die Rabe es un guion cinematográfico que Ferrer Lerín compuso por encargo del artista plástico Frederic Amat para convertirlo en largometraje. “Me pasé de listo y escribí un guion a la vez técnico y literario lo que incomodó al director que se encontró, según dijo, sin margen de maniobra”, observa el escritor. El guion constituyó, no obstante, el regreso de Ferrer Lerín a la escritura “después de 33 años de agrafía”, como él mismo llama al largo periodo en el que estuvo alejado de la escritura. “Su no conversión en película me animaron a convertirlo en novela, y de ahí surgió P.A.M., que luego se llamó Níquel, publicándose en Zaragoza por Mira Editores [la primera edición data de 2005] y que luego, incorporándole una segunda parte, se convirtió en Familias como la mía, publicada por Tusquets en 2011”, precisa.

¿Y cuál es el contexto espacio-temporal al que pertenece Papur dentro de su bibliografía?, pregunta que surge tras observar que la obra conecta con lugares y ambientes que están muy presentes en Familias como la mía, como son las aves necrófagas y la conservación de la cadena trófica, la sobrepoblación humana, la relación con el juego y el póquer, las incursiones azarosas a las librerías de viejo…

Papur es un compendio de toda mi escritura; no sólo se mueve en ese espacio que me es tan grato, y me refiero a Jaca y su entorno, a la literatura, a los libros, a la ornitología de campo, a la cinematografía y al mundo de los sueños, sino que incorpora algunas de mis pasones confesables, como la aritmética y la filología”, responde.

Buitres vigilantes. JORGE RUIZ DEL OLMO (www.jorgeruizphotography.com)

Un hallazgo casual

“Papur”, declamado así, nadie diría que es un nombre jacetano, pero lo es, o al menos lo fue durante una época de nuestra historia. “Sento Papur era el nombre de uno de los componentes de la aljama de la judería de Jaca en el año 1475. Un nombre que no ha perdurado, al menos de modo rastreable”, desvela Ferrer Lerín. “Fue un hallazgo circunstancial, pero de inmediato suscitó mi interés; mis dos apellidos son judíos y, aparte de otros detalles, anatómicos y temperamentales, en Jaca vivo en terrenos de lo que fue la Nueva Judería, en concreto en el enclave que llamaban “Gerundiella”, como homenaje, en diminutivo, de “Gerunda”, “Gerona”, ciudad famosa por su importante barrio judío, el “Call””, detalla.

Sento Papur aparece citado en un acta de la constitución anual de la aljama de la judería jaquesa que el escritor reproduce literalmente hasta detenerse a mitad del listado en “Sento Papur y Barnuch Carffari, hijo de Jehuda, ya fallecido”, una información que impacta como “una ráfaga que llega del pasado, y que nos hiere”, revela el propio escritor en el prefacio del libro. “De ahí el título, como homenaje fónico, sin más, a una época y, también, a un entorno que me ha acogido durante las últimas cinco décadas”, manifiesta.

La llegada de los judíos a esta ciudad data de mediados del siglo XI. Se establecen, procedentes del sur de Francia, a raíz de la concesión del fuero por Sancho Ramírez, extendiéndose su presencia hasta la promulgación del edicto de expulsión en 1492. En la época que vivió Sento Papur la aljama judía de Jaca se encontraba ya en plena regresión. En 1471, cuatro años antes del documento referido por Ferrer Lerín procedente del Archivo Municipal, en Jaca había censadas 74 casas judías, en torno a 325 personas.

Papur es un libro “diferente, excepcional”, asegura Joaquín Fabrellas, fruto de “una literatura aparentemente improvisada, que viene a demostrar que el olvido humano es parte fundamental del ser. Escribir lo que no está escrito. Contar lo que a nadie importa. Eso es Papur, que procede de aquel judío olvidado de la aljama de Jaca: Sento Papur”.

Tampoco se queda atrás Félix de Azúa, escritor, amigo personal de Ferrer Lerín y compañero de “aventuras extremas y temibles encuentros”, cuando en el epílogo que escribió para la edición de 2008, titulado El rey de la péñola jacetana, resume en tres escuetas palabras finales que Papur “es muy bueno”.

Ya desde una perspectiva más localista, Papur es una de esas obras que con el paso del tiempo está llamada a convertirse en referencia literaria obligada para aquellos interesados en conocer la intrahistoria jacetana de nuestro tiempo, al igual que ocurre con el conjunto de la bibliografía producida por Francisco Ferrer Lerín. Pocos como él, con esa visión observadora, analítica y diseccionadora, han sabido plasmar, unas veces con acertada y lacerante precisión léxica, otras con declaraciones veladas y oníricas, los recovecos del carácter montañés y la belleza de nuestros agrestes paisajes, siempre solitarios e infinitos.

Francisco Ferrer Lerín en el Centro Pirenaico de Biología Experimental de Jaca, en una fotografía anónima de 1968.

RAMON GIRBAU | Editor de Días Contados

“Verdades esenciales para el ser humano” que convierten a Papur en un libro “excepcional por su intensidad”

 

 

JVCh.- Ramon Girbau es el editor de Días Contados, el sello que ha hecho posible la reedición de Papur. Se trata de un obra cuidada, elegante, acotada a cuatrocientos ejemplares numerados en rojo, que vienen a llenar un vacío editorial y a colmar un “clamor bibliófilo y pertinaz” que desde hace años demandaban los incondicionales seguidores de Francisco Ferrer Lerín.

Las reflexiones de Ramon Girbau, alentadas por la admiración que siente hacia el escritor, son profundas y certeras. Una de ellas define a Papur como lo que es: “uno de esos libros excepcionales por su intensidad, que expresan la convicción de que hay verdades esenciales para el ser humano”.

¿Qué piensa de Papur desde el punto de vista literario y como editor?

Por circunstancias de esas que se dan inevitablemente en un mercado editorial tan precario como el español para textos desgraciadamente minoritarios, en ese caso más vinculadas a problemas de logística y distribución que a otra cosa, una primera edición de Papur publicada en Zaragoza hará cosa de quince años devino inencontrable, generando uno de esos mitos a los que la obra de Ferrer Lerín, y puede que él mismo como autor y protagonista de su propia producción literaria, es tan propicia. En los círculos de sus lectores adeptos esa desaparición, diríase que, programada por el azar, convirtió la existencia del libro en un rumor fantasma. De la colaboración con él a la propuesta de reeditar Papur en una de nuestras colecciones no medió más que un paso, fácil y agradecido.

¿Qué recorrido tiene una obra tan compleja y singular como esta en el mundo editorial?

La publicación de textos como Papur únicamente tiene sentido fuera de previsiones de razonable mercadotecnia y en eso andamos, templando gusto y pasión con la cabeza fría que una editorial llamada a persistir tiene que reclamarse permanentemente. Se trata de uno de esos libros excepcionales por su intensidad, que expresan la convicción de que hay verdades esenciales para el ser humano que sólo la literatura es capaz de decir cabalmente. Ese ejercicio de la escritura no es, en sus artífices, algo accesorio o subalterno, sino vital. Diría que tal es, precisamente, el rasgo básico común a los textos que editamos. Luego ya serán los potenciales lectores los que confirmen o no esas certidumbres. Por decirlo de otro modo, la inversión del razonamiento, subordinando una acción eventualmente virtuosa a una garantía previa de resultado mercantil, sería la premonición segura de toda pasividad. De ahí que la edición literaria sea comprensiblemente una actividad de riesgo, con tasas prohibitivas de mortalidad.

¿Desde cuándo conoce a Ferrer Lerín y cómo ha sido su experiencia y contacto con su obra?

Lectores suyos devotos, lo somos desde antiguo, no sabría ubicar exactamente en el tiempo desde cuándo. Sí, me vienen a la mente dos textos excepcionales y de referencia que nos llevaron a entrar en contacto personal con él: Familias como la mía, editado por Tusquets a principios de 2011, y Besos humanos, publicado por Anagrama hará cosa de tres o cuatro años. Al trabajar en la traducción al castellano de un libro de Rubem Fonseca, Axilas y otras historias indecorosas, que publicamos en Días Contados en 2019, caímos en la obviedad, por el cúmulo de evidentes afinidades subterráneas entre ambos, de proponer a Ferrer Lerín la escritura de un prólogo, que le viene al texto como anillo al dedo y que ha sido justamente muy celebrado.

¿Qué queda de la Barcelona de la que el autor habla en este trabajo? ¿Y de Ferrer Lerín en el mundo literario actual barcelonés?

No sabría decirlo, por ignorancia confesa. De todas formas y a pesar de las apariencias obvias, hay que reconocer que la vitalidad del tejido editorial barcelonés (por referir al menos a lo que es una parte instrumental pero esencial de “mundo literario” local, que en este sentido no es esencialmente distinto del madrileño, el valenciano o el extremeño, por citar casos concretos de un fenómeno que hay que leer de forma conjunta) sigue siendo proverbial. Es algo que lleva a pensar que un cierto activismo civil, por decirlo de algún modo, ajeno o desligado de las fatalidades del discurso político, sigue teniendo sentido tanto para los agentes implicados como para sus lectores. En cualquier caso, el epílogo de Félix de Azúa lleva a pensar que debió de tratarse, a toro pasado y a pesar de todo, de una Barcelona libre y feliz.

¿Y cuál es la filosofía y el propósito de un sello editorial como Días Contados?

Me atrevo a remitir al texto que figura como frontispicio en nuestra web, escrito en 2008 cuando iniciamos el proyecto editorial y que sigue expresando con razonable precisión lo que entonces pretendíamos y que, en la medida de nuestras posibilidades, diría que hemos ido consolidando razonablemente desde entonces con la ristra de una cincuentena de títulos de primera. El texto dice que Días Contados “es una sociedad de responsabilidad limitada sin particular ánimo de lucro, dependiente, barcelonesa y por tanto bilingüe, liberal, afable, modesta y amante de la literatura, que edita en traducciones cuidadas al castellano y al catalán, sin distingos, con fecha de caducidad y bajo presentación austera y pulcra, pequeños textos mayores de las letras contemporáneas por el solo gusto de hacerlo: Akutagawa, Bergounioux, Caillois, Ceronetti, Gadda, Gracq, Green, Léautaud, Mancinelli, Ponge…”. Durante todos estos años –además de ampliar nuestro campo de trabajo publicando, bajo la serie castellana, textos de Juan José Saer, Miguel de Molinos, Avelino Fierro, y ahora Ferrer Lerín– hemos tenido el privilegio y la fortuna de consolidar unos pocos centenares de lectores que nos permiten ver con buenos ojos la continuidad de la editorial, en un entorno bajo toda evidencia adverso por veinte motivos de todo orden que no es menester enumerar. Es una actividad que nos sigue reportando, con los años, no dinero, pero sí enormes satisfacciones.

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