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Lo dije en la presentación de mi último libro Jaca en el siglo XI, en el Salón del Consejo de Ciento y hoy, recuperando aquellos apuntes, lo vuelvo a decir. Santa Orosia es algo inseparable de Jaca, sencillamente porque cuando se fundó la ciudad en el siglo XI se consideró que era necesario protegerla –por encima del valor de las murallas, que en ese momento no existían– con algún cuerpo santo, al modo en el que se estaba haciendo en las urbes principales de todos los reinos del momento. Y esa reliquia que tendría la función de preservar a los habitantes de la nueva ciudad, tanto ante el mal del hombre como del furor de la naturaleza, sería el cuerpo de santa Eurosia. Actualmente la historia nos permite intuir, con bastante certeza, que era una mujer de la tierra que había padecido martirio en las montañas de Yebra de Basa, en el siglo X, dentro de una brutal expedición de castigo montada por los musulmanes de Huesca contra las tropas del condado aragonés y del reino pamplonés, entonces gobernados por la misma persona.

En el momento de la fundación oficial de Jaca, en los inicios de la década de 1070, la monarquía aragonesa decide traer a la nueva ciudad el cuerpo de la santa que se conservaba en el lugar de Yebra de Basa, en cuyo monte sagrado se había descubierto después de haber perdido noticia de dónde se enterró, tras su martirio. La cabeza de la santa se deja en Yebra y el cuerpo se traslada a la nueva ciudad, reinando Sancho Ramírez, abriendo la historia de ese hermanamiento entre la santa, que con el tiempo conoceremos como Orosia, y la ciudad real de Jaca.

Los más de dos mil años de historia que nos separan de aquel acontecimiento nos permiten conocer que la influencia de esa reliquia en la construcción del sentimiento ciudadano de Jaca ha sido y es muy notable. La reliquia ha protegido a sus gentes, su devoción ha definido el calendario festivo que configura su vivencia del tiempo, su condición de signo ha inspirado gran parte de la cultura que ha nacido en torno a la primera capital de Jaca. En suma, ha contribuido a que la dimensión civilizadora de la devoción a la santa jacetana saltara las fronteras y contribuyera a la universalización de Jaca, desde el nuevo continente descubierto por Colón hasta las tierras de Italia gobernadas en aquellos tiempos por el rey de Aragón. En esta empresa de hacer cultura la pequeña ciudad pirenaica se convirtió en un espacio de innovación, de creación de modernidad.

En la fotografía de portada, la reliquia del Cuerpo de santa Orosia sobre uno de los mantos y junto a las llaves que abren la urna de plata en los festejos de 2016, con motivo de la restauración de la arqueta. EL PIRINEO ARAGONÉS. Arriba, los romeros atravesando la cascada en el camino de las ermitas, en las celebraciones de los Romeros del Cuerpo, en Yebra de Basa y Jaca, de 2018. MIGUEL RAMÓN HENARES
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