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El autor jaqués presentará el 2 de julio su nuevo libro, 120 años de nuestra cruz de Oroel

Colocación de la cruz en 1902. SE

El Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Jaca (número 13) dedicaba su portada del 15 de julio, martes, de 1902, a la colocación de la cruz en el monte Oroel, un acontecimiento que reunió en lo alto de la peña a las autoridades de la época y a más de 800 personas. Cuenta el boletín que “en los comienzos del siglo XX concibió nuestro celoso Prelado el proyecto de conmemorar tan grato acontecimiento, y á la vez como signo de homenaje a Cristo Redentor, instalando una Cruz en la cúspide del monte Oroel, emplazada al mediodía de esta ciudad, para que ella diera testimonio á las futuras generaciones de la fe de estos montañeses, costeando su importe con los donativos de todos los diocesanos. Vencidas algunas dificultades de detalle, en la mañana del día 2 de julio de 1902, festividad de la Visitación de la Santísima Virgen, se bendijo solemnemente por el Sr. Obispo de Huesca, la cruz de hierro, de ocho metros cuarenta centímetros, y dos metros más empotrados en la roca, construida por el inteligente industrial, vecino de la ciudad, D. Juan Compairé (…)”.

Bendición de la cruz en 1902. SE

Este es uno de los interesantes documentos que aparecen en el libro 120 años de nuestra cruz de Oroel, publicado por Pedro Juanín Esteban en la última entrega de la colección Recopilaciones Jaquesas que edita la Asociación Cultural Jacetana. Este nuevo trabajo, que consta de 110 páginas y reúne un centenar de fotografías de todas las épocas, será presentado el próximo 2 de julio en el Casino Unión Jaquesa (20:00 horas) como colofón a una jornada conmemorativa que comenzará a las 9:00 horas en el Parador de Oroel, punto de encuentro para el ascenso a la cruz, emulando lo que fue aquella animada jornada estival de 1902. En el vestíbulo de la casa consistorial podrá visitarse también una exposición fotográfica, con una selección de las imágenes que aparecen en el libro.

“Nuestra peña es ampliamente visitada, y de la cruz qué decir, fotografiada hasta la saciedad por la mayoría de los mortales”, indica el autor, que no duda en señalar que “sería difícil encontrar un jacetano que no haya subido a la cruz al menos una vez en su vida”.

Portada y contraportada del libro.

El libro prologado por el acalde de Jaca, Juan Manuel Ramón, y el concejal de Cultura, Javier Acín, se estructura en torno a cinco capítulos, más un amplio álbum fotográfico final. Juanín comienza hablando de Oroel, un monte que es emblema de la ciudad y consustancial a los jacetanos, y de los orígenes de la cruz. Recuerda que no se sabe con exactitud desde cuándo estuvo en la cima de la peña la primera cruz, aunque a mediados del siglo XIX ya se tienen noticias de que existía una de madera. “Así lo cuenta Rafael Leante en su libro Culto de María en la diócesis de Jaca, donde explica que mucho antes de 1864 ya había una de madera carcomida y destrozada por los años al estar a la intemperie”, relata Juanín.

Como él mismo recuerda, reproduciendo un documento de la época, fue en ese año de 1864 cuando “los familiares del obispo Pedro Lucas Asensio, en unión con otros sacerdotes de la localidad, colocaron una cruz de colosales dimensiones, en reconocimiento de la protección del cielo, por haber salido ilesos de una horrorosa tormenta que, poco tiempo antes, les había sorprendido al atravesar con romeros aquel desabrigado y peligroso sitio. Quisieron cumplir tan exactamente su voto, que, auxiliados solo por un carpintero, cortaron los maderos en el mismo monte, los condujeron a la cumbre, los labraron y pintaron y por su misma mano enarbolaron la cruz, empotrándola en el mismo agujero donde existía la anterior”.

Una curiosa fotografía coloreada de la instalación de la cruz. SE

La actual cruz de metal (hierro reforzado) fue construida –como ya se ha indicado– en los talleres del jacetano Juan Compairé, en el número 9 de la calle del Obispo. “Se decoraría con los atributos que simbolizan el oficio de los herreros, un martillo y una tenaza que en aspa se situarían en la intersección de los brazos de la cruz”, comenta Juanín. Su instalación “no fue nada fácil, si tenemos en cuenta que no había acceso rodado y que se subía por la senda de Barós. De su instalación se ocuparía el contratista de obras de la localidad Emeterio Monreal Betés”, precisa, y añade que “se calculó el tamaño para que fuera visible desde la ciudad, conviniendo que fuera de 10,40 m de alta, de los cuales 2 m quedarían soterrados en la roca, y a la que se le añadiría un pararrayos”.

Desde su colocación, “la cruz ha sufrido distintos avatares, rodeados en algunos casos de cierto misterio”, como el acontecido en 1929, cuando recibió “supuestamente el impacto de un rayo”, rememora el jaqués.

Entre anécdotas, curiosidades y datos obtenidos a través de diversas fuentes: las hemerotecas de El Pirineo Aragonés, La Montaña, La Unión y el Boletín Oficial Eclesiástico, entre otras, una amplia bibliografía y varios testimonios personales de vecinos de Jaca, algunos ya fallecidos, Pedro Juanín rescata en este libro la historia de esta emblemática cruz, al tiempo que recuerda otros espacios y tradiciones estrechamente vinculados a ella y a la Peña Oroel, como la ermita de San Salvador de las Siete Fuentes y la romería de la Virgen de la Cueva, sin olvidar tampoco los actos del centenario de la colocación de la cruz organizados el 7 de julio de 2002 por el Club Pirineista Mayencos de Jaca.

Interesante documento gráfico sobre las obras de construcción de la toma de agua del manantial de San Salvador, el 1 de septiembre de 1912. ARCHIVO FOTOGRÁFICO DE LAS HERAS
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