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Epílogo a la representación de la obra Y parece que fue ayer, un paseo por la Jaca de los 60 y 70, representada por la Escuela Municipal de Teatro

El público despidió con una gran ovación a Toño L’Hotellerie y los actores que han participado en la obra Parece que fue ayer. EL PIRINEO ARAGONÉS

Sobran las palabras para definir la magia y la conexión que el pasado viernes se vivió entre los actores y el público que asistió en el Palacio de Congresos a las dos representaciones con las que se cerró la primera edición de la Escuela Municipal de Teatro de Jaca que ha dirigido e impartido el actor jaqués Toño L’Hotellerie. Era la primera experiencia de una iniciativa de nuevo cuño, una apuesta personal del concejal de Cultura, Javier Acín, que ya ha dado sus primeros frutos y que, sin duda, animará a futuros alumnos a dar el paso de subirse por primera vez a un escenario, tal y como lo hicieron varias de las personas que integraron el reparto de Y parece que fue ayer, un paseo por la Jaca de los 60 y 70.

Con un guion muy trabajado y unos personajes verosímiles y cercanos, el público pudo trasladarse a una época que aún está en la memoria colectiva de los jaqueses que vivieron con intensidad aquellos años de cambios sociales y políticos, años también de apertura hacia las nuevas modas y tendencias que llegaban del exterior. Y fue el propio Toño L’Hotellerie, el que, al final de la representación, explicó que los recuerdos son una parte fundamental de la vida porque alimentan las emociones y estimulan la capacidad de sentir. También habló de la fuerza del teatro y de su dimensión para trascender al tiempo y volver a esos lugares que forman parte de la memoria.

El texto que se reproduce a continuación es el epílogo con el que Toño L’Hotellerie finalizó la representación de Y parece que fue ayer, con los actores quietos sobre el escenario, como si se tratara de una fotografía de la época, y el público escuchando atentamente en el patio de butacas.


“¡Un momento! Esperad un momento… porque al final la vida es eso, momentos, momentos que encadenamos, momentos vividos, momentos que, al final, el tiempo y el olvido acabarán por disolver.

Pero todos los que estáis aquí hoy, ¡lo vivisteis! Son vuestros recuerdos, son también parte de vuestra historia: el olor a café tostado de Durán en los porches de la Catedral, o el de los churros de la señora Polonia al principio de la calle Mayor, ¿Quién no se asomó a hurtadillas a la tapia para ver el jardín de la casa del Navarro? Los calamares del Jardín, los escaparates de mil colores de Simeón o el incendio del viejo teatro.

Debemos conservar esos recuerdos, porque entre esos olores, eso lugares, esos atardeceres de luz rojiza en el Rompeolas, también habitan los que ya no están, los que ya no tenemos, iluminados por la luz nítida de nuestro recuerdo que nos los devuelve por un instante tal como eran, tal cual lo vivimos, tal como los queremos recodar.

Y vosotros que estáis ahora sobre el escenario, sin saber qué hacer: Marta, Bea, Erika, Cecilia, los dos Javieres, Sara, Janet, Pepe, Mery, Isabel y Cristina: ¡Gracias! ¡Qué bien lo habéis hecho!

Los actores debemos trabajar para provocar sentimientos, sensaciones y emociones. Hay veces que nosotros mismos nos fundimos sin querer con los propios personajes, ¡esa es la magia del teatro! A lo largo de estos ocho meses, ¡han pasado tantas cosas!, ¡hemos compartido tantas vivencias! La fuerza de la vida, la del amor, la de la muerte también, o la búsqueda de nuestro lugar en el mundo; pero, sobre todo, nos hemos reído muchísimo. Hacen falta muchas horas, muchos años de hacer tontadas sobre las tablas, para saber crear, imaginar, recordar, hablar, transmitir… porque eso es actuar.

Dejadme recordar, ya para terminar, un jueves del último diciembre en el que había nevado en Jaca, y mientras subía las escaleras del instituto, se me ocurrió que ese día os iba a preguntar por qué queríais ser actores, por qué queríais actuar. Y recuerdo que os dije que esa respuesta no era para mí, ¡era íntima, para cada uno de vosotros!

Yo, todavía no tengo la mía. Lo único que en cuarenta años he aprendido es que el teatro es pasión, el teatro es el lenguaje del alma”.

Firmado: TOÑO L’HOTELLERIE
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