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100 AÑOS

Mayo 1922

Ramón y Cajal en una fotografía de la época. SE

Ante el magnífico homenaje que Madrid y España entera tributan actualmente al sabio histólogo D. Santiago Ramón y Cajal, inclinamos nosotros la cabeza en profunda admiración y afecto para quien pasó algunos años de su niñez en Jaca, concurriendo a las Escuelas Pías y derrochando sus travesuras por estas calles y estos campos jacetanos, como alegre pajarillo que había de transformarse andando el tiempo en un águila caudal de ciencia médica española.

El sabio aragonés acaba de cumplir 70 años, y por imperio de la ley ha sido jubilado como catedrático de la Universidad Central, no sin antes recibir preciado título de Rector honorario de la misma (…)

Hablando el propio D. Santiago Ramón y Cajal del homenaje que se proyectaba tributarle con motivo de su jubilación como catedrático de la Universidad Central, ha dicho que lo más grato y satisfactorio para él sería el ver que se acumulaban elementos para continuar su labor.

Y España, que tanto debe al glorioso maestro, está obligada a complacerle en la presente ocasión, por dos razones: en primer lugar, porque así lo desea el festejado, y, en segundo lugar, porque tiene razón.

Cajal, prescindiendo de todo egoísmo personal y desatendiendo en absoluto sus particulares intereses, ha consagrado su vida entera a enaltecer la ciencia patria. Y aunque ahora con motivo de su jubilación, fuera un capricho lo que pide, la nación no tendría derecho a regateárselo. Pero, además, lo que pide no es un capricho; es, al mismo tiempo, lo que más le agrada y lo más útil y honroso para la nación entera.

Santiago nos da a entender que el hombre debe ser admirado en sus propias obras y que, si alguna estimación nos merece la suya, el mejor modo de expresarla no consiste precisamente en archivarla en medio de unos cuantos discursos encomiásticos, veladas apologéticas y demás fuegos artificiales a que tan aficionados somos en España; sino en continuarla, en mantenerla en constante actualidad para que su glorioso iniciador sea siempre una realidad presente y no pase jamás a la categoría de recuerdo.

Y esta es nuestra principal obligación, si no queremos demostrar ante el mundo civilizado que Cajal ha sido una planta exótica arraigada en nuestro país por arte de la casualidad. España tiene el compromiso de honor de llevar adelante la labor de Cajal, para hacerse digna del genio que le ha cabido en su suerte y para demostrar que si tuvo el orgullo de ser cuna de uno de los prestigiosos científicos más sólidos en la época presente, era merecedora de ello.

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