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El camino de la cruz de la noche de Jueves Santo comienza en el interior de la iglesia de Santiago, cuando los dos pasos que participan en la procesión –Jesús atado a la columna y La coronación de espinas– están ya debidamente instalados en la calle Ferrenal. Merece la pena asistir a ese momento, cuando los bombos, tambores y gaitas de la Cofradía de la Flagelación de Nuestro Señor Jesucristo rompen el silencio y empiezan a tañer los toques que acompañarán a los hermanos por las calles de Jaca durante el recorrido del Vía Crucis. Mientras, los penitentes se mueven con cuidado y tienen que agachar la cabeza para que el capirote no tropiece con el dintel de la puerta al salir de la iglesia.

Los hermanos que participan en las filas de la procesión portan capirote, mientras que los que acompañan con el bombo y el tambor visten tercerol, una cubierta de tela en forma de rizo, típica de las bandas de la Semana Santa del Bajo Aragón. Cuando la comitiva alcance la plaza de la Catedral, un amigo, que fue jefe de tambores de la cofradía de Escolapios de Zaragoza, explica que el hecho de que los componentes de la banda lleven tercerol en vez de capirote no es por una cuestión estética sino funcional, para que el mazo del bombo no impacte con la caperuza al realizar el movimiento ascendente previo al golpeo.

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