“Desde Emergencia Climática de Jaca, creemos que se debe priorizar como modelo óptimo de generación distribuida, la colocación de placas fotovoltaicas en los tejados y las cubiertas”
Panorámica de Jaca. JORGE RUIZ
Nuestra sociedad es un sistema energívoro, que cada vez demanda mayores cantidades de energía para mantenerse. A día de hoy, una gran parte de la energía que consumimos nos llega cómodamente hasta nuestras casas, fábricas, etc. en forma de electricidad y a un precio, de momento, bastante asumible.
La generación de electricidad mediante la quema de combustibles fósiles, ya sea en centrales térmicas o en cualquier motor de combustión como el de los coches y camiones, es una de las principales actividades responsables de la emisión de gases de efecto invernadero. Más allá del coste económico, la generación eléctrica conlleva otros costes sociales y ambientales innegables, siendo el cambio climático el más acuciante, aunque no el único.
Así pues, debemos replantearnos cómo queremos producir la electricidad, y también cuánta queremos consumir. Porque esto es como si quisiéramos llenar un cubo de agua, un cubo que cada vez es más grande, y además está lleno de agujeros, y solo nos preocupara qué pozo usaremos. Así pues, en esta lucha por frenar la emergencia climática, el ahorro energético, incluyendo la autocontención, y la eficiencia energética, son claves.
La generación eléctrica basada en quema de combustibles fósiles, sea petróleo, carbón o gas, está abocada a una gradual desaparición, dado que los yacimientos que conllevan menor coste están agotándose y que la legislación obliga, por fin, a sustituir estas fuentes de energía por otras que no comporten la emisión de gases de efecto invernadero. El debate sobre la energía nuclear está servido, pero, en cualquier caso, las centrales nucleares actualmente en funcionamiento están llegando al fin de su vida útil. Está claro que el futuro cercano de la generación eléctrica estará protagonizado por las fuentes de energía renovables y la generación distribuida.
Los Fondos de Recuperación para Europa, Next Generation, buscan, entre otras cosas, impulsar esta transición energética, y las tradicionales empresas eléctricas están aprovechando esta circunstancia para promover nuevas instalaciones de generación energética, basadas en renovables esta vez. Sin embargo, que la electricidad se genere a partir de fuentes de energía renovable no implica necesariamente que dicha producción sea sostenible. De hecho, estamos viendo proyectos de gran escala, con un fuerte impacto en el uso del suelo, y que conllevan fractura social.
Las energías renovables deben ser implantadas buscando minimizar nuestro impacto sobre el resto de seres vivos del planeta. Los kilómetros cuadrados de asfalto aumentan día a día, afectando a la recarga de acuíferos, fractura de hábitats y a la disponibilidad de agua potable, mientras que las zonas no humanizadas disponibles al resto de especies disminuyen en igual proporción. Ocupar espacio agrícola para generación eléctrica implica que otros terrenos cercanos modificarán su uso para proveernos o bien tendremos que importar esos productos agrícolas de zonas alejadas.
Además, como sabemos, la energía ni se crea ni se destruye: se transforma. Y, cuando generamos electricidad, pero tenemos que transportarla para su utilización en un punto alejado, parte de esa electricidad se transforma en calor, y se disipa por el camino. Es decir, que parte de la electricidad generada nunca llega a ser utilizada, porque se pierde en el transporte. Así que una forma de mejorar el rendimiento del sistema es generar la electricidad lo más cerca posible del punto de consumo, que es lo que se conoce como generación distribuida
El modelo de generación y distribución de electricidad actual es un modelo concentrado en grandes puntos de producción y desde ahí, distribuida por un gran territorio a través de líneas de alta, media y baja tensión. Gran parte de la electricidad se produce en unas pocas, pero muy grandes y potentes, centrales eléctricas (grandes presas que alimentan centrales hidroeléctricas, centrales térmicas, centrales nucleares…), y desde ahí, debe ser transportada a grandes distancias. Esto supone una gran pérdida de energía en transporte y un gran impacto ambiental de las grandes líneas eléctricas de alta tensión.
Este modelo genera unas importantes externalidades, es decir, perjuicios que por lo general “pagamos” la sociedad y el planeta en conjunto, pero no las compañías productoras de esta energía: emisiones de CO2, cambio climático, lluvia ácida, contaminación térmica en ríos, cementerios nucleares, accidentes nucleares, coste energético y económico elevadísimo del mantenimiento de los residuos radiactivos durante décadas, costes por conflictos bélicos asociados a reservas de petróleo, gas o uranio… Pero, además, la concentración en estos grandes centros supone un elemento de fragilidad del sistema, ya que si una central, una línea de alta tensión o una subestación falla puede provocar grandes problemas de suministro a un gran número de personas consumidoras. Por eso, además de las centrales en funcionamiento, se paga a una serie de centrales de “respaldo”, que están ahí “por si acaso”, y ello supone un coste enorme añadido de este sistema. Por si fuera poco, estas grandes centrales son propiedad de unas pocas empresas (menos de cinco en España), lo que hace que haya una gran concentración de poder y que en ocasiones se den prácticas irregulares de la libre competencia en el mercado. Algunos parques de producción de electricidad renovable siguen respondiendo a este modelo de gran concentración tanto física y espacialmente como desde el punto de vista de concentración de poder económico en pocas empresas promotoras.
Un nuevo modelo de generación distribuida, las comunidades energéticas
Frente a este modelo, aparece un nuevo, que podemos llamar a grandes rasgos: generación distribuida. La generación distribuida consiste en la existencia de muchos pequeños puntos de producción que inyectan electricidad en la red, y, por lo tanto, están interconectados entre sí, y están cercanos a los puntos de consumo. Muchos pequeños crean la misma energía disponible en la red eléctrica que unos pocos grandes.
Casi todo son ventajas en este modelo:
- Los pequeños centros de producción son de energía renovable, y por lo tanto no producen contaminación, por lo que son la respuesta para frenar el cambio climático: producir energía sin emitir gases de efecto invernadero. Los impactos ambientales son muy reducidos, nada que ver con el impacto sobre los ríos de las grandes presas, sobre la avifauna de los grandes parques eólicos, o sobre los usos del suelo de los macroparques fotovoltaicos.
- No tienen los problemas de residuos y de peligrosidad de las centrales nucleares.
- El riesgo por fallos de una planta de producción no afecta al sistema, porque todas actúan de respaldo mutuo. La seguridad del suministro está garantizada.
- No requieren tanto transporte a larga distancia.
- Pero, sobre todo, puede ser propiedad de cualquier persona, grupo o administración de cualquier tamaño. Por ello, suponen una distribución de poder, un auténtico empoderamiento ciudadano de la energía, además de fortalecer el sistema y hacerlo menos vulnerable a los vaivenes geopolíticos, así como menos dependiente económicamente de los intereses de las grandes corporaciones.
Para implementar este nuevo modelo, es clave el concepto de las comunidades energéticas. Bajo este nombre, hay muchas modalidades o conceptos, algunos de ellos son figuras jurídicas y otros no. De los que son figuras jurídicas, en España tenemos: Comunidades de Energía Renovable (CER), Comunidades Ciudadanas de Energía (CCE) y Autoconsumo Colectivo (ACC). Los dos primeros están pendientes de desarrollo normativo en España, ya que son figuras jurídicas definidas en sendas directivas europeas, pero no están transpuestas al ordenamiento jurídico español. El Autoconsumo Colectivo está regulado por un Real Decreto de 2019, y es acogiéndose a esta modalidad como se han realizado ya muchos proyectos de comunidades energéticas en España. Uno de los aspectos clave de las comunidades energéticas, es que sean locales, y por lo tanto hay unas condiciones de proximidad desde los puntos de producción a los puntos de consumo de la comunidad energética. En la única modalidad que se ha implementado hasta la fecha en España, el Autoconsumo Colectivo, esta distancia es de 500 m, según se establece en el Real Decreto que lo regula.
En las ciudades o núcleos urbanos con alta densidad de edificios, como por ejemplo el casco urbano de Jaca, la utilización de tejados o cubiertas de cualquier tipo es imprescindible para que gran parte de la población pueda formar parte de una de estas comunidades energéticas. La utilización de los tejados para instalar placas de aprovechamiento de energía solar tiene muchísimas ventajas, como la facilidad para realizar las conexiones entre los puntos de producción y consumo, el aprovechamiento de superficies que no conllevan cambios de usos del suelo y la liberación de suelo que de no ser así sería destinado a “huerto solar”. Estas comunidades energéticas pueden coincidir muy fácilmente con comunidades de propietarios ya establecidas. También se pueden realizar proyectos particulares en viviendas unifamiliares. Por ello, desde Emergencia Climática de Jaca, creemos que se debe priorizar como modelo óptimo de generación distribuida, la colocación de placas fotovoltaicas en los tejados y las cubiertas, ya sea de casas unifamiliares, en casco urbano de Jaca, en los barrios rurales, o cubiertas de instalaciones municipales, o de naves industriales o agrícolas, en todo tipo de equipamientos, etc.
El caso de Jaca
Como se subraya en todas las guías para la creación de comunidades energéticas, la colaboración de las entidades locales es fundamental. En ese sentido, hacemos un llamamiento al Ayuntamiento de Jaca y a otros ayuntamientos para que hagan todo lo posible por promocionar las comunidades energéticas. Y el primer paso, antes de ayudar, es no impedir. En el caso de Jaca, solicitamos que se modifiquen las normativas municipales que impiden la colocación de placas solares en diversos tipos de tejados, para que se permita que todas las edificaciones con tejados o cubiertas en las que sea técnicamente viable colocar este tipo de instalaciones, lo puedan hacer sin ninguna barrera legal.
Igualmente, animamos a la población en general a que se informe de las posibilidades existentes, que pida presupuestos a las empresas instaladoras, que abra el debate en sus comunidades de propietarios y a que solicite a las distintas administraciones facilidades para las instalaciones energéticas de pequeña escala.
Es imprescindible que, colectivamente, generemos este cambio de paradigma.