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Muere en Jaca, a los 46 años, la periodista donostiarra Ainhoa Camino Jodra

Ainhoa Camino, una mujer que amaba nuestras montañas. SE

Posiblemente el término “periodista de raza” sea hoy en día una expresión en desuso, anacrónica y esté fuera del tiempo en el que vivimos, quizás porque cada vez haya menos profesionales a los que se les pueda definir con este calificativo; pero, en verdad, no encuentro otra manera de describir en dos palabras lo que era Ainhoa Camino Jodra, nuestra querida compañera, que falleció este sábado en Jaca a los 46 años, a una edad en la que aún quedan muchos sueños por vivir.

El Pirineo Aragonés fue para Ainhoa la puerta de entrada al periodismo local, el pasaporte para afincarse en nuestra tierra, a la que llegó a amar y a sentir tan suya como su “Donosti” natal. Mar y montaña encajaban perfectamente en esta mujer de carácter, sin dobleces, de nervio constante, pero generosa en el esfuerzo y en su dedicación al periodismo, al que se ha entregado sin vacilación hasta el último día de su vida –y esto es literal–, a pesar del cáncer que sufría y las dificultades que debía afrontar para desempeñar un trabajo ya de por sí exigente.

Desde sus comienzos en el periodismo, hace más de dos décadas, Ainhoa siempre abogaba por una “verdadera profesionalización” del periodista local, reto que ella ha cumplido con creces y en el que nos hemos inspirado quienes hemos caminado a su lado en todo este tiempo. “Se profesionalizan las empresas, pero en líneas generales las grandes empresas buscan un corresponsal que curre mucho, 24 horas”, nos decía en un tono reivindicativo en una columna que se publicó con motivo del 125.º aniversario del periódico, en 2007.

Periodista “todoterreno” y versátil, era capaz de gestionar múltiples compromisos de manera simultánea y de salir airosa de todos ellos. Desde su Villanúa de acogida, su segunda casa, aprendió a conocer el territorio de “otra manera más cercana y directa, y con unas preocupaciones distintas a las que tenía como visitante, aunque fuera una visitante ordinaria”, aseguraba. Así, tras sus pasos iniciales en El Pirineo Aragonés, muy pronto demostró su gran valía y tuvo su primera oportunidad laboral en Pirineum, junto a Mónica Ballarín, Sergio Sánchez, Juan Gavasa y Anna Montané, simultaneando sus quehaceres con la corresponsalía de otros medios aragoneses. Desde entonces, se convirtió para todos nosotros en “imprescindible” como responsable de gabinetes de prensa de festivales, asociaciones empresariales y, más recientemente, del Ayuntamiento de Villanúa y la Comarca del Alto Gállego, donde ha ejercido con ejemplaridad y entereza hasta el último suspiro.

Ainhoa fue también artífice de nuestro suplemento el Piri de verano que, durante las cuatro temporadas previas a la pandemia, se editó en los meses de julio y agosto para recoger la actualidad relacionada con la programación estival.

A ella misma le gustaba recordar que, con los artículos y reportajes que realizó en estas páginas al comienzo de su andadura, ganó “sobre todo seguridad y confianza” como periodista. También “me ayudaron a quitarme complejos e inseguridades a la hora de escribir, trabajar y moverme por los diferentes escenarios de la actualidad de un corresponsal” y “a abordar la información desde los máximos puntos de vista posibles, lo que para mí es muy positivo, porque también te forma como persona. Aunque es cierto que esa variedad de enfoques en las grandes empresas de la información no existe, y solo se pueden hacer desde lugares como el que estamos. Quizá ello también ha ayudado a quedarme”, decía.

Ainhoa era una persona muy querida, estimada y respetada por los compañeros, tanto de Jaca como del resto de la provincia y la comunidad autónoma, con los que entabló relación durante su trayectoria profesional. A los “amigos” de Jaca, su pérdida nos ha producido congoja, lágrimas y demasiada tristeza, porque era una mujer apreciada en lo personal y profesional, constantemente dispuesta a “echar un cable”, honesta consigo misma y con los demás, empática, socarrona y divertida, y siempre íntegra.

Recordaba antes que Ainhoa estuvo en activo incluso en sus horas finales. Hasta la semana pasada continuó enviando crónicas de la Comarca del Alto Gállego y este viernes, a primera hora de la mañana, me remitió varios mensajes de Whatssap pidiéndome que le mandará fotos y testimonios del acto que por la tarde iba a celebrarse en Jaca sobre la candidatura olímpica Pirineos 2030. Su voz era débil y delicada, pero mantenía la firmeza de quien tiene que cumplir con sus obligaciones y compromisos por encima de todo. Aún volvimos a intercambiarnos comunicaciones a media mañana y, por la tarde, cuando finalizó la presentación, pasadas las siete, le adjunté las fotos, las declaraciones y el texto que habíamos redactado para el periódico, por si le podía servir de guía. “Cualquier cosa, me dices”, le escribí al final, y le mandé tres besos que nunca pensé que fueran de despedida, tres besos que se quedaron sin respuesta, como lanzados al vacío…

Nieva en Jaca y los copos caen lentamente en medio de la tristeza que nos invade tu pérdida; son el eco de la nostalgia; pero también veo en ellos el último abrazo de la montaña a la que tanto amaste. Entre Oroel y Collarada, resuena tu nombre, Ainhoa.

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