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125 AÑOS

Octubre 1896

Trucha común. EL PIRINEO ARAGONÉS

(…) Después del ensayo de M. Remy en los Vosgos en 1844, de la comunicación de Quatr fages en el Instituto de los experimentos de M. Costa en el colegio de Francia, la piscicultura ha sido objeto de numerosos ensayos y tentativas, pudiendo citar respecto a España los grandes criaderos de truchas y salmones establecidos en el suntuoso Monasterio de Piedra, en Aragón; los de Bayona, en Galicia, y otros. En todas partes se está hoy practicando la fecundación artificial y bien podría ensayarse en el río Aragón.

La idea madre de la piscicultura es bien sencilla. Perdíanse grandes cantidades de huevos antes del desarrollo o en estado embrionario, y era preciso asegurar el nacimiento por medios artificiales. En principio el procedimiento es muy sencillo: se coge una hembra, y apretándole ligeramente el vientre en la dirección natural de las escamas, del mismo modo que lo practicaba Adamson en 1872, se le recogen los huevos en una vasija. Después de la hembra se hace la misma operación con el macho, y cuando el agua ha tomado el aspecto de leche, se mueven dulcemente los huevos y se agita el agua con precaución. Al cabo de algunos minutos, los huevos están fecundados y se les coloca en aparatos de desarrollo o en cajas, que se llevan a las orillas de los arroyos. El aparato de desarrollo combinado por M. Costa en el gran establecimiento de Huninga consiste en una serie de pilas o artesas superpuestas en gradas y alimentadas por un chorro de agua.

Calcúlese la abundancia de truchas que podríamos tener en Jaca empleando la fecundación artificial.

La incubación de los huevos de salmón se obtiene sin grandes dificultades. Muchas personas se divierten hoy en sacar salmones y truchas en sus habitaciones. Un plato colocado sobre una chimenea o sobre una mesa contiene los huevos, y teniendo cuidado de renovar el agua del plato tres o cuatro veces al día la evolución se efectúa como en un río. Nacidos los pececillos, el agua clara les basta en un periodo que varia según las especies, pero, después de la reabsorción de la vesícula umbilical, se hace necesario dar alimento a los alevinos. La carne picada y la pasta ofrecen algunos inconvenientes; conviene mucho más a las truchas y salmones, pequeños pececillos o larvas de insectos.

La piscicultura, aplicada con inteligencia, puede suministrar bastante pescado para alimentar el mercado de una manera extraordinaria. M. M. Bertot y Detzem, ingenieros, al ver la facilidad con que habían hecho nacer centenares de miles de peces en el canal del Ródano al Rhin, han calculado cuánto se podía obtener en los diferentes arroyos de Francia. Estimando la población en 25 millones de habitantes, han deducido que, si la fecundación artificial se pusiera en práctica en todas partes, el número de peces se elevaría en cuatro años a 3.177.500 y daría un producto anual de 900 millones. Claro es que esta cifra es ficticia, porque no basta producir; es preciso conservar, alimentar esa gran cantidad de pescado; pero aun teniendo en cuenta la exageración se ve que se pude aumentar en grandes cantidades la producción de los ríos con productos considerables muy dignos de aprovecharse.

En Inglaterra el producto de las pesquerías de salmón para Escocia y para Irlanda se eleva a 70 millones de reales, o sea 700.000 libras esterlinas.

Alemania, Bélgica y Suiza se han aprovechado bastante del establecimiento francés de Huninga, hoy del imperio alemán.

Suiza es la nación más adelantada en la nueva ciencia de la piscicultura. Entre sus establecimientos puede citarse el de M. Vougu, cuyo método de fecundación consiste en poner los huevos en una vasija sin agua y verter sobre ellos el esperma del macho.

El establecimiento cantonal de Zúrich, instalado en Meilen hace 40 años, funciona por cuenta de la administración con destino a repoblar el famoso lago, en el cual se echan anualmente un millón de alevinos (…)

En una palabra, en toda Europa ha adquirido gran desarrollo la industria de la piscicultura, y si bien en España existe el establecimiento del antiguo Monasterio de Piedra que en poco tiempo podrá surtir al resto de la península conviene que el gobierno proteja ese ramo de riqueza, que nada debe descuidarse en estos tiempos en que parece cumplirse la ley de Malthus.

Marco Tulio
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