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Fue exconcejal del Ayuntamiento de Zaragoza, y exvicerrectora del Distrito Universitario

Isabel Pérez Grasa, junto a Eduardo Bandrés, en 1982. Fotografía publicada por EL PERIÓDICO DE ARAGÓN

Isabel Pérez Grasa nació en Senegüé mediando el siglo pasado, siendo la hija de “Casa Narciso”. Tras sus estudios primarios, estudió el bachillerato en Huesca y posteriormente entró en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza donde cursó la licenciatura de Matemáticas. En los años finales de los sesenta y los setenta -años finales de la dictadura-, en la sociedad española en general, y también en la universitaria, se vivían intensos movimientos que pretendían una transformación hacia una sociedad más justa y democrática con el reconocimiento de los derechos y libertades para todos los ciudadanos. Isabel pronto se sumó a la búsqueda de esos objetivos participando primero en el movimiento estudiantil, en el de los profesionales de la enseñanza posteriormente y en el de los barrios después (el suyo era “La Jota”), apoyando así mismo el movimiento por los derechos de la mujer.

Su conocimiento de la problemática ciudadana, y de los barrios en particular, le llevó a ser elegida el 3 de abril de 1979 concejal del primer Ayuntamiento democrático de Zaragoza en las listas del Partido del Trabajo de Aragón. En ese ayuntamiento presidido por Ramón Sainz de Varanda ocupó la concejalía de Cultura Popular y Festejos. Tras la toma de posesión de su cargo dos meses después, se encontró ante el reto de preparar las primeras Fiestas del Pilar de la democracia a unos meses vista y con unos recursos limitados. Ante la falta de tiempo y escasez de medios, Isabel tuvo la virtud de saber ilusionar a sus colaboradores dentro del Ayuntamiento y atraer a diferentes personas del mundo de la cultura zaragozana que altruistamente colaboraron con ella en el diseño y organización de unas fiestas que supusieron un cambio total. Se mantuvieron actos tradicionales como la ofrenda de flores (en la que ella participó ataviada con el traje regional), se eliminaron otros como el exclusivo y elitista baile de “debutantes” en el Palacio de la Lonja, y se dieron paso a otros elementos nuevos como la incorporación oficial de las peñas con sus charangas y actos, las actuaciones musicales en el centro de la ciudad, los conciertos en el estadio de la Romareda, la popularización de la utilización del tradicional cachirulo como pañuelo de cuello festivo, etc. Todo un conjunto de elementos que con variaciones se han mantenido durante más de cuarenta años, y que supusieron un cambio total en la concepción de las fiestas de la ciudad. Un cambio que inicialmente encontró fuertes resistencias, pero que Isabel Pérez tuvo la habilidad de saberlas superar.

Al cabo de unos meses, al cambiar las circunstancias que le habían llevado a la Corporación Municipal, Isabel decidió que no tenía sentido seguir en el Ayuntamiento y dimitió, dejando la militancia política y volviendo a su actividad profesional como docente.

Posteriormente se incorporaría como profesora en el departamento de Análisis Económico de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Zaragoza, donde se doctoró, superó la oposición al grado de Profesor Titular y trabajó en diversos cargos de responsabilidad de esa Facultad. En 1992 fue nombrada Vicerrectora de la Universidad de Zaragoza, viéndose obligada a abordar importantes problemas que se derivaban del necesario proceso de transformación de la institución universitaria. Todo ello con ese carácter suave y conciliador pero firme y persistente que hacía que algunos de sus compañeros de la Junta de Gobierno le apodaran cariñosamente como “la dura serrablesa”.

En paralelo a su actividad docente en la Universidad, en los años noventa, junto a un reducido grupo de mujeres destacadas en sus actividades profesionales, fundaron en Zaragoza el “Club de opinión La Sabina” con el objetivo de hacer más visible el papel de las mujeres en la sociedad aragonesa y facilitar el intercambio y contraste de reflexiones y criterios sobre la cuestión, propiciando la intervención de interesantes conferenciantes como catalizadores del debate.

Isabel Pérez, una mujer cuya capacidad demostró sobradamente, fue una mujer honesta y discreta que no buscaba los protagonismos, aunque los tuvo, pero más como consecuencia de su competencia, carácter, firmeza y disposición hacia los demás que por su interés personal. Todos los que la hemos conocido y compartido tiempos con ella, hemos tenido la fortuna de tratar con una “bella y buena persona”, que además ha dejado una huella en nosotros.

En los últimos años, Isabel empezó a presentar los síntomas de esa enfermedad terrible que es el Alzhéimer, que la fue minando muy poco a poco hasta el final.

Isabel, una buena y dura serrablesa que merece ser reconocida y recordada.

Firmado: JAVIER LÁZARO
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