“Grafo Pez es un libro extraordinario. Pero no soy capaz de verlo tan distinto de otros poemarios de Ferrer Lerín, como Fámulo o Hiela sangre. Contiene algunos de sus mejores poemas, eso es verdad”.
Francisco Ferrer Lerín y Jordi Ibáñez en una de las ediciones anteriores de la Feria del Libro de Jaca.
Cuando se planteó la posibilidad de anticipar en estas páginas de El Pirineo Aragonés el encuentro literario que los escritores Jordi Ibáñez Fanés y Francisco Ferrer Lerín mantendrán este domingo con motivo de la Feria del Libro de Jaca (Jardines de la Universidad, 19:00 horas), enseguida surgió la posibilidad de realizar esta entrevista “interpuesta” que, como dice el propio Ibáñez, se inspira en la “idea de juego” que subyace de los poemas y textos lerinianos.
La polivalencia de Jordi Ibáñez, académico especializado en Estética y Teoría de las Artes, poeta, novelista, articulista y crítico literario, entre otras muchas facetas, le facultan como nadie para tratar de descifrar el “universo” creativo y personal de Ferrer Lerín, del que, además de amigo, es confeso admirador.
Pregunta.- ¿Cómo entró en contacto con la obra y la poesía de Ferrer Lerín?
Respuesta.- Pues leyéndolo, descubriéndolo a partir de críticas. Yo creo que lo primero que leí fue Níquel, e inmediatamente después la “poesía autorizada” de Ciudad propia. Y eso debió de suceder hacia el año 2006 o 2007. No soy muy original. Creo que es un rasgo compartido por muchos lectores de mi generación. Y en mi caso confieso que solo luego caí en la cuenta de la conexión bartlebyana que Vila-Matas ofrecía en su libro sobre los que prefieren no hacer nada. Huelga decir que el Ferrer Lerín maduro y tardío ha desmentido con creces ese extraño mérito.
P.- Ferrer Lerín tiene una personalidad que enseguida hechiza, que atrae. Ocurre lo mismo con sus poemas y textos, aunque su comprensión requiera de un esfuerzo intelectual que no siempre es suficiente para descifrarlos. ¿Cómo se enfrenta usted a ese juego intelectual?
R.- Creo que precisamente la idea de juego, incluso de juego serio, o de juego lúgubre llevado con una ligereza solo aparente, es central en el hacer poético de Ferrer Lerín.
El hombre es plenamente él mismo cuando juega, decían los románticos alemanes. El juego ha ocupado, literalmente, una parte de la vida yo diría que incluso profesional del poeta Ferrer Lerín, si hemos de creer sus andanzas como jugador de chiribito. Y en sus textos, y de hecho en sus libros, que a menudo son más que una mera agrupación de poemas, se produce un juego, en efecto. Yo definiría este juego del siguiente modo: a ver si se sabe distinguir el enigma real del enigma aparente, y a ver si se sabe qué hacer con el uno y con el otro. O, dicho de otro modo: a ver si se sabe diferenciar la escritura automática de la simulación o representación de un automatismo, y a ver si se sabe qué hacer con el uno y con el otro.
P.- ¿Cree que la obra de Ferrer Lerín, tanto la poesía como la narrativa, los artículos publicados en su blog, responden a un patrón común, a unos cánones propios, muy personales?
R.- Sin duda. Pero yo matizaría eso de “muy personal”. Todo gran artista es o “muy personal” o “muy representativo” de algo “clásico” o “modélico”. Si no confundimos lo personal con lo privado, entonces estamos siempre en el terreno del gran talento, de la gran creatividad. Y ahí es donde encontramos a Ferrer Lerín.
P.- ¿Se puede hablar de un estilo y una estética puramente leriniana?
R.- Completamente. Hay elementos externos, digamos de construcción o de realización muy libre de la propia personalidad, el ornitólogo, el hombre retirado en Jaca… Eso es la tramoya, igual que el mito de ser o de haber sido un “Bartleby”. Incluso el asunto del “arte casual” podría verse en esa zona de construcción de un mundo propio, de una ciudad propia claramente singular. Pero luego en esa ciudad se produce un hecho fundamental, hay una actitud frente a la voz que da cuerpo al poema, y una manera de enfrentarse a la plasmación de esa voz en el poema. Hay rasgos, de nuevo externos, que no hacen a Ferrer Lerín tan disonante ni ajeno a ciertas prácticas de otros poetas de su época. Pienso en los “novísimos”, congregación o agrupación a la que él no pertenece oficialmente, y que al mismo tiempo es impensable sin él, diría incluso que retrospectivamente ininteligible sin él, porque él no estaba en la famosa antología de Castellet, y sin embargo presenta mejor que nadie la evolución madura de algunas de las posibilidades de lo que allí aparecía como aparente novedad generacional. En cualquier caso, si se lee atentamente a Ferrer Lerín uno se da de bruces con algo que a mí me parece muy serio, y que para decirlo en dos palabras sería ese juego enigmático, o juego del enigma del que hablábamos hace un momento.
Ferrer Lerín en una de las fotografías realizadas para Cuaderno de Campo (Editorial Contrabando) que no se incluyeron en el libro. RUTH BARRACHINA
P.- ¿Cuán moderna es la poesía y la obra de Ferrer Lerín en comparación con otros escritores del momento?
R.- Ferrer Lerín, como por ejemplo el inmenso Buñuel, es un ejemplo de cómo ciertas estratagemas de las vanguardias históricas, y pienso en el surrealismo, y en el caso de Ferrer Lerín en el juego del objet trouvéy la escritura automática, se convierten en una forma de expresión absolutamente original. Vale, “personal” en el sentido que decíamos antes. Pero original en el sentido de que el mundo de la imaginación empieza de nuevo en la obra de esos, digamos, “viejos maestros”.
P.- A propósito de la publicación de Grafo Pez, uno de los libros de los que hablará en el encuentro con el autor en la Feria del Libro de Jaca, el propio Ferrer Lerín comentaba en estas mismas páginas que es una obra que se mueve en “la indefinición de géneros”. ¿Estamos ante una obra tan moderna y experimental que se sitúa en el terreno de la “escritura fronteriza” como la definen algunos autores?
R.- Grafo Pez es un libro extraordinario. Pero no soy capaz de verlo tan distinto de otros poemarios de Ferrer Lerín, como Fámulo o Hiela sangre. Contiene algunos de sus mejores poemas, eso es verdad. El primer poema, La palabra, igual que me sucede con el primero de Fámulo, me parece absolutamente estremecedor. Yo creo que Ferrer Lerín a veces construye los libros para hacer de séquito de un solo poema. Bueno, eso no sé si a él le gustará que lo diga. Pero cuidado con esos primeros poemas. Y sí: “fronteriza” es una manera de definir en general la posición de Paco Ferrer Lerín. Pero no es una frontera que separe países. Es una frontera situada en los confines mismos de la vida, de la conciencia y de la creatividad.
P.- Cuaderno de campo, otra de las obras recientes de Ferrer Lerín, es un libro de naturaleza muy distinta, pero necesario para conocer mejor el pensamiento del escritor. ¿Llegaremos alguna vez a descifrar ese mundo interior, poliédrico y a veces escurridizo, que percibimos al leer sus obras?
R.- Ah, el juego consiste precisamente en que la pregunta que implícitamente plantea el poeta no tiene respuestas simples, es un I Ching o un dispositivo oracular abierto a todo tipo de experiencias. Pero Ferrer Lerín es un hombre muy inteligente, y sabe echarnos migas para entretener el hambre y la confusión, para creer que encontraremos el camino de regreso, para mantener viva la seducción hasta convertir la espera en un estilo de vida. Cuaderno de campo es un libro muy útil e interesante. Indispensable, junto con el blog del poeta, para ver cómo él se explica, cómo muestra su mundo.
P.- Ferrer Lerín estuvo décadas sin escribir y publicar, pero su vuelta ha sido imparable, dominada por una incontinencia creativa que ha logrado mantener en el tiempo. ¿En lo literario, que no en lo temporal, se puede hablar de dos etapas diferentes o no es apropiado hacer esa distinción?
R.- Honestamente, no lo sé. Hay juventud, y hay madurez. Y en medio está una vida privada, familiar, profesional, científica, lúdica. Yo creo que la experiencia de la escritura de Níquel y Familias como la mía ha debido ser decisiva. No me sé explicar qué cambia, aparte de una idea de madurez, de solidez, de claridad mental sobre lo que se puede y quiere hacer, y de la posibilidad de registrar eso con un trabajo de análisis de estilo, de imágenes y esas cosas. Pero la voz y la lógica del verso del joven y del viejo —con perdón— Ferrer Lerín son muy coherentes, ni diré idénticas, pero a mí ni tan siquiera me hace fácil eso de hablar de etapas. Para mí, y eso es un poco bestia, ya lo sé, es como si el precoz y talentosísimo joven Paco Ferrer Lerín no hubiese existido, como si con la edición de esa “poesía autorizada” de Ciudad propiadel 2005 o 2006, comenzara todo. Hay una “autorización” de orden muy potente aquí. Por tanto, no hay una etapa, hay una prehistoria, si se quiere, y luego está el Ferrer Lerín que ahora conocemos y admiramos.
P.- ¿Qué impacto tiene esta irrupción de Ferrer Lerín en su ciudad de origen, en Barcelona, y en la cultura catalana actual?
R.- Buf. En Barcelona… Bueno, no cabe duda de que esa es “su” ciudad también, aparte de Jaca, y hay algo en Ferrer Lerín de barcelonés que se ha ido y luego regresa, y es bastante divertido, porque eso en parte lo convierte en un representante de una ciudad que ya no existe, o que anda muy declinante, o que hace una vida bastante secreta. Con respecto a la cultura catalana actual, honestamente, no sé qué decir.
Ferrer Lerín en otra de las fotografías de Cuaderno de Campo (Editorial Contrabando) no publicadas. RUTH BARRACHINA
P.- ¿Cómo está afectando a los escritores catalanes y a la cultura catalana la brecha política y sentimental que se ha abierto entre Cataluña y España?
R.- Yo personalmente la llevo fatal. Pero la historia viene de tan atrás, y la acumulación de errores y de mala fe y de malas intenciones es tan formidable y a tantos niveles, que el asunto ya no tiene remedio. Puede hablarse de un mundo definitivamente roto, o en franca decadencia, que es una cosa muy catalana, por otra parte. Pero no debería decir esas cosas, porque parece que frivolice, y dentro de lo perfectamente ridículo y anecdótico que es todo esto visto en términos globales no deja de ser la anécdota que a mí me duele y me cabrea por la cantidad de estupidez que suele concitar a su costa.
P.- Usted, además de profesor, es un escritor que cultiva varios géneros literarios a la vez: poesía, narrativa, ensayo, artículos en prensa… ¿Esa predisposición suya a moverse en diferentes registros es fruto de una curiosidad innata o de una necesidad personal para comprender mejor el mundo que le rodea?
R.- Es simplemente hacer lo que puedes cuando quieres, o lo que quieres en cuanto puedes. Soy además incapaz de cualquier idea de especialización. Escribo, y luego sale lo que sale. También digamos que intento responder a las exigencias de la universidad. Ahí es donde más tensiono mi capacidad de compromisos y componendas conmigo mismo.
P.- ¿Cuáles son los parámetros en los que se mueve actualmente la cultura y hacia dónde vamos? Como sociedad, ¿qué cultura nos interesa o que nos interesa de la cultura?
R.- Déjeme que me ría. Es risa nerviosa, y no quiero parecer que me estoy haciendo viejo. Mi pesimismo sería máximo si no me reprimiera lo primero que se me ocurre y no me esforzara por comprender, por apreciar, por distinguir y ponderar. Yo cada año me pongo a trabajar con gente un año más joven que yo, o si lo prefiere cada año soy un año más viejo que mis estudiantes, que son, en general, una lección viviente para mí. Pero no sé si son representativos de hacia dónde se mueve actualmente la cultura, y tampoco si el mundo de “ahí fuera” está a la altura de sus expectativas y sus experiencias en algunos seminarios de la universidad. Tampoco sé ahora mismo qué es el estándar cultural, y de nuevo habría que distinguir entre, por ejemplo, digamos, el “nivel francés” y el “nivel español” o el “nivel italiano”. Solo con comparar esos tres contextos culturales ya tendríamos una información interesante. Pero si no me reprimo solamente diré eso: demasiada pantalla, y demasiado poca lectura, más demasiada novedad y muy poca memoria, igual a: criterios empobrecidos e ignorancia inquietante.
P.- Me interesa particularmente su faceta como traductor. Traducir la poesía de Ferrer Lerín a otra lengua tiene que ser un ejercicio complicado, todo un reto, más si pensamos en una lengua asiática o que no tiene raíz latina. ¿Es posible ese ejercicio de traducción sin que la obra pierda gran parte de su esencia y calidad artística?
R.- Hace siglos que no traduzco, aunque ahora igual me atrevo con un poema peculiar de Sebald, por encargo de una amiga que ha puesto en marcha una pequeña editorial. La traducción de poesía siempre provoca grandes perplejidades. Al final, lo que cuenta es que el traductor sepa hacer también que aquello sea o por lo menos “parezca” un poema en la lengua de llegada.
P.- ¿En este caso, sería suficiente con que el lector pudiera captar el sentido del texto?
R.- Bueno, la traducción literal o interlineal es un recurso para saber qué dice el poema, pero no para saber qué es ese poema traducido en el original. El poema es mucho más de lo que dice. En Grafo Pezhay un poema titulado Definición de poema. No lo imagino intraducible. Pero es muy interesante de analizar si se piensa en la experiencia misma de la traducción de poesía.