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“La relación que se establece normalmente entre el organista y el órgano es unidireccional, es decir, el organista ‘utiliza’ al instrumento como espejo magnificador de lo que quiere expresar”, explica el músico sevillano

El organista sevillano durante el concierto en la iglesia parroquial de Berdún. MARÍA NAVAS

El XXX Festival Internacional en el Camino de Santiago, organizado por la Diputación Provincial de Huesca (DPH), llevó a la iglesia parroquial de Berdún la música antigua en otro de sus aclamados conciertos. Esta vez el responsable de transportar al público a otra época fue el organista Abraham Martínez. Organista y organero, ya que no solo toca con maestría este instrumento —al que intenta no instrumentalizar— sino que también dedica gran parte de su tiempo a su restauración y conservación. “La relación que se establece normalmente entre el organista y el órgano es unidireccional, es decir, el organista ‘utiliza’ al instrumento como espejo magnificador de lo que quiere expresar”, explica el músico sevillano, asegurando que su “relación con un instrumento se establece desde un doble conocimiento, el de organista y el de organero, estableciéndose entonces una conversación bidireccional entre dos criaturas vivas que se escuchan y respetan, no utilizándose, sino sirviéndose en igualdad de respeto”. Ese cariño supo plasmarlo a la perfección en el concierto del jueves, cuando hizo sonar el órgano barroco de Berdún de una manera poderosa, y el público supo apreciarlo y disfrutarlo.

Nada más comenzar, Abraham quiso agradecer al Festival su presencia en esta cita tan importante. Así mismo, aclaró al público cómo le gustaría que experimentaran el concierto. De hecho, quiso proponerles su programa Rethorica in musicae no como un concierto, sino como un viaje, un camino de once jornadas. Así pues, comparó este viaje con la vida misma, un recorrido que todos hacemos y en el que no sabemos qué nos vamos a encontrar cada día. Explicó que cada pieza proponía una retórica que intenta adentrar en cada uno sin texto. Los animó a no mirar el programa, y a buscar por sí mismos lo que cada composición les propusiese, comparándolo con ir a un museo, y no quedarse solo con la parte estética.

El músico aseguró que cada obra de arte nos propone algo más allá, siendo lo importante lo que nos cuenta. Invitó a todos los allí presentes a disfrutar de la siguiente hora de aquella manera, manteniendo el silencio, y sin prisa por aplaudir tras el último acorde. “Un concierto para mí es poder condensar en una hora un viaje para todos aquellos que se encuentran presentes conmigo en el mismo espacio, junto al órgano, que hace de nave inter-emocional”. Abraham compara de esta forma su programa con el Camino de Santiago, donde el peregrino es “el héroe como ser que se dispone a encontrar un tesoro, y que más tarde descubre que se encuentra en su interior. Es lo que hacemos consciente o inconscientemente todos en esta vida”.

Para este viaje, el organista interpretó piezas de repertorio histórico accesibles para un público amplio. Según opina el sevillano, “a veces, la dureza del repertorio elegido por los organistas hace que el público no se entusiasme con la música para órgano, sino todo lo contrario, piense que es demasiado árida y solo accesible para una élite”. Para ello, hizo sonar en el instrumento de Berdún piezas de Tomás de Santamaría, Antonio de Cabezón, José de Torres, Sebastián Aguilera de Heredia, Pablo Bruna, Antonio Martín y Coll y Francisco Correa de Arauxo; destacando este último entre su repertorio. Abraham intenta llevar las obras de su paisano del siglo XVII, a cada lugar donde va a tocar. Aunque confiesa que su música suele interpretarse en órgano ibérico, Abraham cree que su forma “de abordar su Discurso Rethórico,su profundidad emocional y didáctica, se diferencia bastante de lo habitual, y convierte mis interpretaciones en diferentes, sin caer ni usar esnobismo, solo hablando desde el mismo lugar, evolucionado y adaptado al discurso del siglo XXI”.

Abraham Martínez, en ‘diálogo’ con el órgano de Berdún. MARÍA NAVAS

Experimentar sin instrumentalizar

Un siglo que sigue su curso, en el que ha tocado adaptarse en el último año y medio. “Este año es una oportunidad para empezar a andar de una manera diferente a cómo hemos estado haciéndolo anteriormente”, declara Abraham Martínez, mostrándose optimista. El sevillano siempre está en movimiento, llevando la música allá donde pueda. “Actualmente tengo una gran actividad con mi fundación Alqvimia Musicae, con la que llevo a cabo experiencias músico-plásticas por lugares especiales”. Además, añade que “la improvisación de órgano ocupa gran parte de interés actual como forma de comunicar. Una manera extremadamente personal y sensible de servirme del órgano para con-mover a quienes se acercan a una experiencia de Alqvimia Musicae”.

Sin embargo, se aqueja de que en relación con la música antigua “se suele caer en los mismos estereotipos y cánones una y otra vez, siendo muy leve su evolución y relación con el público”. Piensa que esa actitud museística —que comentó durante el concierto— hace crear una distancia intelectual, en la que se sitúa al público en un estado, por así decirlo, inferior. “Es cierto que algunos grupos intentan acercarse al público con performances y otras herramientas, pero a veces, también caen en experimentalismos, más que en experiencias para quien va a un concierto”, opina Martínez, para quien la música “debe usarse como herramienta de trascendencia, no como herramienta a la que se admira sin usarla para lo que realmente sirve”.

Abraham Martínez, en la iglesia de Berdún. MARÍA NAVAS
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