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25 AÑOS

Julio 1996

Antonio Mingote durante la entrevista en la residencia universitaria de Jaca. EL PIRINEO ARAGONÉS

Para Antonio Mingote, Jaca siempre ha sido la imagen de una ciudad tranquila y sugerente, de esas que en Madrid las llaman “de provincias” como sinónimo de placidez y quietud. Su recuerdo es fugaz y lejano, pero no está exento de cariño y de unas ansias por embriagarse más de su historia y sus gentes.

Apenas unos minutos de conversación son suficientes para saber que enfrente se tiene a una persona que disfruta del placer de escuchar y que tiene el don de contar con claridad y comunicar con interés. Como dijo Fernando Lázaro Carreter, Mingote es una de esas personas que “mira por nuestros ojos y habla por nuestra boca”. Y también, como hace escasas semanas señalaba Joaquín Marco en ABC, “Antonio Mingote posee, al margen de su modestia, dos armas poderosas de expresión: la expresividad de su lápiz y el poder de su sugerente pluma, algo poco habitual, aunque pueda darse en algunos excepcionales artistas”.

Pregunta.- Tengo entendido que hizo el servicio militar en Jaca en el año 41…

Respuesta. El servicio militar exactamente no, porque estuve dos o tres meses, muy poco.

P.- ¿Qué recuerda de aquella época?

R.- Recuerdo Candanchú, donde íbamos a esquiar –yo estaba en un batallón de montaña–. Y recuerdo Candanchú casi más que Jaca, porque Jaca tal y como está ahora es imposible de recordar. Pero siempre la rememoro como una ciudad tranquila. Y esta vez me he confirmado en la idea, porque Jaca es preciosa y se ha convertido en una ciudad estupenda.

P.- ¿Es quizá Jaca el ejemplo de esa ciudad de provincias que se comenta desde Madrid?

R.- Tengo vocación de provinciano porque soy provinciano de otra provincia también aragonesa, de Teruel. Lo que pasa es que, cuando te haces viejo, echas de menos los sitios donde has estado de joven. He estado muchos años sin acordarme para nada de Teruel y, de repente, me nombran Teruel y me pongo casi a llorar.

P.- ¿Se recuerda con nostalgia?

R.- Se recuerda con nostalgia la adolescencia, el instituto, el bachillerato, los amigos, los primeros amoríos –esos que son tan perturbadores–, muchas cosas.

P.- Al entrar en este patio de la residencia se ha quedado mirando el busto de Domingo Miral y ha comentado que fue uno de sus primeros profesores…

R.- Fue mi maestro y profesor de griego en la Universidad de Zaragoza, con muy poco provecho por mi parte, tengo que decir.

P.- ¿Qué recuerda de él?

R.- Don Domingo era un sabio que comunicaba su sabiduría muy bien; pero ya te digo, yo aprendí poco, porque, además, estuve con él dos cursos y ya me fui de Zaragoza y no seguí la carrera ni nada.

P.- El tema que ha abordado en la inauguración de estos cursos está relacionado con La Codorniz, una revista de la que los jóvenes tenemos el último recuerdo de que era leída por nuestros padres y hermanos.

R.- He querido hablar en Jaca de lo que significó la aparición de La Codorniz –no de la que duró treinta años, sino de la primera– en una España de posguerra, dos años después de acabarse la guerra, en plena posguerra pobre, triste y con muchas carencias.

P.- ¿Fueron difíciles aquellos primeros años?

R.- Muy difíciles. Pero, bueno, La Codorniz fue un alivio para muchos.

P.- ¿Y cómo se aceptó por parte del Régimen?

R.- Se aceptó bien porque, según dicen algunos comentaristas distraídos, era una revista inocua, blanca, no crítica; eso decían, pero no es verdad. Aunque la gente mayor la aceptó muy mal. Como decía Fernández Flores: “Yo conozco a alguien que habla de La Codorniz y ruge”. Pero para los jóvenes fue maravillosa, fantástica.

P.- Trabajar en La Codorniz, ¿qué significaba para usted?

R.- Para mí, era el summum de mis apetencias profesionales. Yo empecé en La Codorniz, ya no en esta primera de Mihura, si no en la de después que dirigió Álvaro de la Iglesia, y estuve muy bien durante treinta años.

P.- ¿Ahora cómo cree que se ve, retrospectivamente, el papel que jugó La Codorniz?

R.- Creo que La Codorniz conformó la mentalidad de una generación o de dos, luego de la mía. Conformó la mentalidad, nos hizo ver las cosas de una manera tolerante y hasta poética. Nos enseño la tolerancia, a tomar en serio las cosas serias y no las que no lo eran.

P.- Parte de sus trabajos pueden seguirse a través del diario ABC, que es prácticamente el único medio que dedica con frecuencia sus portadas a un dibujante. ¿Cómo sigue los acontecimientos que están convulsionando en estos años nuestro país?

R.- Bueno, pues los sigo, qué te puedo decir. Los sigo, porque ese es mi oficio, el seguir los acontecimientos y comentarlos mejor o peor, con más o menos intención. Yo hago el dibujo siempre igual, entonces el director me dice: “este dibujo prefiero que sea portada”, y hago la portada.

P.- ¿Qué temas son los que más le cuesta plasmar?

R.- Hay un tema, que es el de los nacionalismos rabiosos, el terrorismo, que naturalmente es un tema hiriente y que está siempre en primera línea, que hay que tratar con mucho cuidado y precaución, porque se enfadan una barbaridad. Luego está la política, que, puesto que mi trabajo es periodístico, es un tema que tengo que atenderlo. La política es un tema de interés general, siempre, ¿no?

Aunque prefiero tratar temas más generales, universales y permanentes; la política es una cosa eventual, pero hay temas, por ejemplo, la educación, la desertización, la agricultura… esta serie de temas que sí que son fundamentales y que son los que prefiero.

P.- ¿Actualmente tenemos un buen momento de creadores y de dibujantes de prensa?

R.- En España siempre ha habido muy buenos dibujantes de prensa, y ahora también los hay. Eso es de lo que nunca ha habido carencia.

P.- Su etapa como escritor es también muy prolija, pero quizá pasa mucho más desapercibida que la de dibujante, especialmente en la juventud…

R.- Bueno, ¿sabes qué pasa? A nosotros, en España, generalmente nos cuesta mucho más trabajo pensar que una persona puede hacer dos cosas o tres, entonces, cuando te localizan en un sitio, ya cuesta mucho trabajo aceptarte en otro. Por otro lado, escribo poco. Sigo siendo y considerándome un dibujante, que de vez en cuando escribe.

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