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“¿Dónde ha quedado el sentido común? Muchas personas se reprimen a la hora de manifestar sus pensamientos por miedo a lo políticamente correcto ¿Acaso no estamos ante una autocensura?”

La autora denuncia que muchas personas se reprimen a la hora de manifestar sus pensamientos por miedo a lo políticamente correcto. TUMISU

Soy consciente de que los párrafos que siguen no son políticamente correctos por lo que, consecuentemente, recibirán multitud de críticas que incluirán calificativos para su autora. Pero necesito denunciar la censura que constantemente nos persigue vinculada no a nuestras actitudes ni formas de hacer sino a nuestra forma de expresarnos. Una serie de señores – y señoras – han decidido imponernos lo que podemos decir o no y cómo lo tenemos que decir. Estas señoras – y señores – no son académicos de la lengua, ni filósofos ni sociólogos; son personas de la sociedad civil, sin formación lingüística específica, que se arrogan el derecho de imponer una forma de hablar forzada y equívoca.

El director de la RAE, Darío Villanueva, ya ha manifestado en diversas ocasiones su oposición a este lenguaje y a todo lo que significa. “Es una nueva forma de censura. Una censura perversa para la que no estábamos preparados, pues no la ejerce el Estado, el Gobierno, el Partido o la Iglesia, sino fragmentos difusos de lo que llamamos sociedad civil”. Estos fragmentos difusos de la sociedad civil te encasillan políticamente en función de cómo hables, cómo te expreses. Así, si durante una conferencia te diriges al público como señoras y señoras, niños y niñas, trabajadores y trabajadoras, listos y listas, borrachos y borrachas, altos y altas, presidentes y presidentas … seguramente serás votante de izquierda moderada. Pero si te diriges al público como chicos, chicas y chiques; obreros, obreras y obreres; ellos, ellas y elles… seguramente serás votante de extrema izquierda. Y por supuesto, si no utilizas estos patrones … eres un facha y un fascista. ¡Qué falta de racionalidad!

Durante décadas era normal que al inicio de una conferencia te dirigieras al auditorio con un saludo del tipo: “Señoras y señores, estimado público”, lenguaje totalmente inclusivo que vaticinaba un total respeto a cuantos asistían a ese acto. No hacía falta reincidir en la pluralidad, convirtiendo la charla en un ladrillo farragoso e infumable. Actualmente no se puede decir “negro”, ni “maternidad”, ni “paternidad”, no se pueden exhibir determinados cuadros en un museo porque molestan a determinadas minorías. ¿No estamos sacando las cosas de quicio? ¿Dónde ha quedado el sentido común? Muchas personas se reprimen a la hora de manifestar sus pensamientos por miedo a lo políticamente correcto ¿Acaso no estamos ante una autocensura?

Quienes desde su pedestal de intransigencia se atreven a juzgar a los mortales deberían pensar que quienes durante más de cinco décadas nos hemos expresado en público de otra manera, también éramos sensibles a los derechos de las minorías. Pero hemos creído más en los hechos que en las formas. Por eso, basándonos en nuestra ética y en los principios de la equidad, hemos protegido a quienes se han sentido diferentes integrándolos en las estructuras sociales que estaban a nuestro alcance, ayudándoles a conseguir sus metas, apoyando la aceptación social de los distintos. Por favor, no nos pidan que cambiemos nuestra forma de hablar tras cincuenta años intentando cumplir con las normas de la RAE; pídanos que seamos respetuosos con el diferente porque, en el fondo, la inclusividad es un problema de respeto al otro y de educación.

Finalmente quiero hacer una llamada de atención a quienes propician esta extenuante campaña a favor de la inclusividad lingüística. Corremos el riesgo de que, inmersos en la batalla del ellos, ellas y elles, descuidemos la atención hacia quienes actualmente lo están pasando mal, muy mal, no sólo por su opción de género; no vaya a ser que los árboles no nos dejen ver el bosque.

Madrid, 10 de julio de 2021.

Firmado: BLANCA TELLO RIPA
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