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Mediada la segunda parte, el gran capitán abandona el terreno de juego. Pocos minutos antes anotaba el 5-0 ante el Pueyo, el tercero en su cuenta particular, un gol de bella factura, el último en el Oroel, su casa desde niño, cuando un día soñaba ser futbolista y vestir la camiseta del Jacetano.

Tomy Lafuente se dirige hacia el banquillo, tranquilo, con la mirada cabizbaja, a veces levantando la cabeza para mirar hacia el infinito, dejándose llevar por las emociones y los aplausos de un público que le arropa puesto en pie a la vez que corea su nombre. Es la despedida con la que todo deportista podría soñar alguna vez, en el día perfecto, porque su equipo de siempre, el que lleva en el corazón, está a punto de lograr el ascenso de categoría. El último partido de Tomy es ya uno de esos momentos inolvidables para la familia del fútbol jaqués.

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