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He escrito en alguna ocasión sobre esta capilla, que a mi humilde parecer es el centro neurálgico de lo que es la devoción a la santa patrona de la ciudad, en este ámbito excepcional de la catedral de Jaca. Cualquiera puede pensar que estando los restos sagrados de la santa en la urna que preside el altar mayor, sería ésta la referencia de Orosia o de Eurosia cuando hablamos de la profunda y extensa devoción a esta altoaragonesa del siglo X, que sin duda ninguna es pieza clave en la construcción del estado aragonés.

Sin embargo, la historia es tozuda y la espiritualidad de las gentes es libre de determinar los escenarios en los que se desarrolla. Por eso, es muy importante valorar el papel que ha jugado esta capilla desde su puesta en funcionamiento. Esta sería la primera cuestión a tener en cuenta: el momento en el que podemos entender que ya tiene la santa una capilla propia, justo cuando se abandona esa voluntad de mostrar la vida de la santa en un retablo pintado en el altar mayor, documentado en 1495 y que debió de quedar sin función allá por las reformas del siglo XVII, cuando el canónigo Hervás pagó un gran retablo en piedra.

¿Cómo se atreve el cabildo jacetano a quitar la presencia orosiana del altar mayor? Pues sencillamente porque la santa ya tiene una capillita –lo que los documentos llaman “casa y capilla”– en una zona en la que el poderoso e influyente obispo Juan de Aragón ha decidido construir un altar a santa Eurosia que, además de adquirir un espacio propio para su culto, recibe un tratamiento distinguido y singularizado en el mapa de los cultos del templo catedral. ¿Dónde estaría esa capilla? Sencillamente, en el mismo lugar en la que hoy se abre y además controlada ya por la poderosa Cofradía del cuerpo de la santa que alberga entre sus miembros a los más importantes personajes de la vida ciudadana del mundo moderno.

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