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“Parece evidente que hay diferentes modos de afrontar la vida y que no es lo mismo quitarla que darla. Pero es fácil confundirse. Los trucos de la retórica pueden utilizarse con objetivos muy diferentes y es ahí, en el ámbito de los fines, donde precisamos estar atentos”.

Modos de afrontar la vida. SE

Hay personas que, como algunos criminales, “disparan” a quienes se les oponen. Otras, como los médicos o las madres, cuidan incluso a quienes se portan mal. Observándolos desde la infancia, todos aprendemos modos de vivir que luego desarrollamos con mil matices diferentes.

El asesinato y la guerra son hechos claros en los que una persona quita la vida a otra. En el segundo caso no es tan fácil como en el primero saber quién mata pues, aunque la bala sea disparada por una persona concreta, hay otras que, con uniforme o sin él, dan las órdenes y que tienen, si cabe, mayor responsabilidad en las muertes que se producen. Hay hoy, además, muchos tipos de guerras y algunas “bombas” salen directamente de unos ordenadores para “explotar” en otros, pero generando tan terribles daños en el ámbito de la economía, ecología y organización social que pueden aniquilar sociedades enteras.

Pero la vida se puede quitar, también, de modos menos perceptibles. Cuando una persona golpea, menosprecia o insulta a otra, directamente o a través de las redes, le hace perder su autoestima y, con ella, su vida. Las víctimas, en estos casos, siguen “aparentemente” vivas, pero algo esencial perece en su interior de tal modo que, en ocasiones, confiesan que preferirían morir definitivamente. Por otra parte, todas las sociedades tienen algunas instituciones que, aunque digan que pretenden hacer posible la vida de todos, limitan de modo significativo la de no pocos.

Dar la vida es algo bien distinto: es vivirla plenamente. La manera más clara de lograrlo es parir puesto que implica transmitirla, producir un nuevo ser que la disfrute. Otra forma es donar nuestra sangre, una acción que permite vivir a quienes no podrían hacerlo sin ella. Pero hay muchos otros modos de realizarlo: desde la defensa activa de las mujeres que, en la India, abrazaban los árboles comunales para evitar su tala hasta, en nuestro entorno más cercano, la tarea de todos los profesionales que, más allá de lo estrictamente exigido, se esfuerzan en comprendernos y apoyarnos o el compromiso de las personas que se implican en alguna tarea altruista que ayuda a otros. Solo hay que abrir los ojos para ver como constantemente y a nuestro alrededor nos tropezamos con gentes sabias y un poco locas que, sin recompensa económica alguna, contribuyen a darnos vida individual y social, haciéndonosla no solo posible sino hasta alegre.

Hasta aquí parece evidente que hay diferentes modos de afrontar la vida y que no es lo mismo quitarla que darla. Pero es fácil confundirse. Los trucos de la retórica pueden utilizarse con objetivos muy diferentes y es ahí, en el ámbito de los fines, donde precisamos estar atentos.

Desde distintos ángulos se pretende convencernos de que esas actividades que quitan la vida, en realidad la favorecen logrando así nuestro apoyo entusiasmado. Seguro que todos hemos visto “películas”, en las salas de cine o en los telediarios, en las que los generales de ejércitos enfrentados arengan a sus soldados haciéndoles creer que van a “dar la vida” por la libertad, a la vez que obvian que el propósito real está en algunos intereses para cuya consecución es preciso “quitársela al contrario”. También hoy se nos intenta persuadir de que contratemos determinadas pólizas porque “sin seguridad no hay libertad”, pero dejando de lado que la cantidad de propiedades que aseguremos será, quizás, indirectamente proporcional a la existencia libre que podamos gozar. Desde muchos ángulos se nos anima a consumir porque “es el comercio quien da vida a las ciudades” y es cierto que hay comercios solidarios, pero se olvida que el excesivo consumo de los países más ricos está generando, por un lado, grandes desigualdades y, por otro, un insostenible deterioro del medio ambiente.

Dar la vida implica, a veces, dejarse la piel, o los ojos, o… en la tarea de construir un mundo más justo y, como no suele producir réditos económicos ni reconocimiento social, es una actitud calificada, despectivamente, como utópica. Dando la vida, sin embargo, ésta no se pierde, sino que, paradójicamente, se gana porque se hace más plena. Hacer esta afirmación sobre el papel es fácil, pero resulta mucho más complicada su práctica cotidiana ya que nuestro mundo “desarrollado” precisa que sólo nos sintamos felices por los caminos del consumo, la acumulación y la competición. Quizás debamos preguntarnos, sin embargo, si podemos alcanzar otro tipo de progreso que reconozca que los humanos, como el resto de los seres vivos, no existimos solos sino en relación con todos los que, desde cerca o desde lejos, nos rodean y que es cuidándolos a ellos como nos cuidamos a nosotros mismos.

Hay, como vemos, muchos modos de afrontar nuestra vida que podemos valorar teniendo en cuenta la medida en que la devalúan y aniquilan o la potencian.

Firmado: MARÍA PILAR BONET y M. NIEVES OROSA
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