Para ver este sitio web deber tener activado JavaScript en tu navegador. Haz click aqui para ver como activar Javascript

Estamos viviendo una larga temporada en la quedemasiados han enfermado y muerto y otros nos hemos sentido desfallecer. Aunque hemos tratado de adaptarnos, nos duele el sufrimiento de quienes, con graves problemas económicos, de salud o de afectos,nos rodean y nosotros mismos padecemos el encierro y la ausencia de relaciones cara a cara.

Yo creía ser independiente, valerme por mí misma ybastarme con los medios de la biblioteca, los pinceles o el ordenador. He comprobado que no es así, que, sime estoy salvando, es precisamente porque no heestado sola, porque he tenido personas queridas a mi alrededor que me han confortado con su comprensión, con su ayuda y, también, con sus críticas.

Pero soy consciente de que hay muchas gentes que no tienen esta suerte y que, comprensiblemente, se han sentido agotadas y tentadas de sucumbir. Me parece que no puedo echar toda la culpa a los virus, también la tienen quienes nos han confundido con versiones distorsionadas y no nos han ayudado a afrontar inteligentemente el miedo, y, sin duda, la tenemos igualmente los que, de diferentes modos, no hemos puesto “toda la carne en el asador” o que nisiquiera hemos sustituido los emoticonos por llamadasde teléfono que les permitieran expresar su malestar.

Estoy cansada de oír protestar a casi todo el mundo, de que muy pocos reconozcan su responsabilidad y de que muchos echen la culpa a otros. Es hora de sustituir el “y tú más” por el “y yo también”. Porque sí, también yo puedo dejar morir la vida o hacerla renacer. Cada uno de nosotros tenemos distintas habilidades, los hay que nos hacen reír con sus chistes, otros nos deleitan con su canto, algunos nos ayudan a pensar con sus reflexiones y todos podemos compartir lo que tenemos, aunque ello se reduzca, simplemente, amirar a quien nos habla y escuchar sus palabras conatención y cariño.

El “yo también” nos exige olvidar las cuentas y ayudar sin medida a quien pueda necesitarnos. Por ello, en este ámbito, no cabe sino reconocer las iniciativas que pretenden salvar vidas, pero también requiere exigir. Hay aspectos de la vida que no deben depender de la buena voluntad de los ciudadanos a título individual o grupal sino de instituciones cuya función es ocuparse de una justicia social básica que demanda salud, alimentos y educación que no sean resultado delimosnas de ningún tipo, porque “la sopa de los pobres” siempre fue interesada: evitaba su insurrección. Soy consciente de que hay corporaciones que ya hacen mucho, pero las circunstancias exigen aún más y, sobre todo, que ese “más” esté orientado no tanto a los que más presionan sino a los más débiles.

Va a resultar que hasta los virus tienen algún aspecto positivo, quizás nos permiten ver una bondad que renace y también esas arrugas que anuncian decadencia.

Firmado: M.ª PILAR BONET
Fotografía de portada: MIGUEL ARA
No hay comentarios todavía

Los comentarios están cerrados