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“El himno, de alguna manera, es lo que nos va a unir a todos en este día, aunque no podamos estar juntos”, comentaba el presidente de la Hermandad del Primer Viernes de Mayo, Carlos García, al término de la salve.

Canto del himno en el número 8 de la calle del Obispo, lugar donde se han concentrado las cámaras de televisión y los fotógrafos. EL PIRINEO ARAGONÉS

“Esto es muy triste”. Ha sido la frase más escuchada durante la mañana de hoy en las calles de Jaca, que presentaban una imagen de Primer Viernes de Mayo inédita, sin apenas viandantes, sin carreras para llegar a tiempo al comienzo del primer desfile de la mañana, sin escuchar el eco de los cascos de los caballos… Solo silencio, un silencio vigilado por la policía y roto de vez en cuando por los más madrugadores, que acudían a comprar el pan y el periódico, como un día cualquiera.

Un año después, nada queda de la alegría y el alborozo con los que se vivió la fiesta del confinamiento. En esta ocasión, no ha habido espacio para la ilusión, porque las miradas han sido de resignación, pesar y tristeza; eso sí, con la esperanza de que el próximo año puedan recuperarse las sensaciones perdidas.

Debido a la pandemia, y a la incidencia que está teniendo el coronavirus en el municipio de Jaca durante estos días, la conmemoración del Primer Viernes de Mayo se ha limitado a lo mínimo imprescindible: cumplir con el voto milenario de celebrar la misa en la ermita de Nuestra Señora de la Victoria, para dar gracias por el triunfo en la batalla, y la misa y la salve en la catedral. El himno se ha cantado en las casas o en las puertas de los establecimientos, si tocaba trabajar, pero interpretándose más con el corazón que con la energía acostumbrada.

El obispo Julián Ruiz saluda a Carlos García, presidente de la Hermandad del Primer Viernes de Mayo, al término de la salve. EL PIRINEO ARAGONÉS

“El himno, de alguna manera, es lo que nos va a unir a todos en este día, aunque no podamos estar juntos”, comentaba el presidente de la Hermandad del Primer Viernes de Mayo, Carlos García, al término de la salve.

“¿Me preguntas qué sensaciones tengo en el día de hoy? Es difícil de explicar (pausa, silencio y emoción…). Antes de ir a la ermita, me he dado una vuelta por las calles de Jaca y no había nadie. La gente ha respondido y ha sido responsable, porque sabe que el momento que estamos viviendo es muy complicado, pero no deja de ser un día triste. Son ya dos años seguidos sin fiesta, pero, a diferencia del año pasado, esta vez no ha habido tanto espíritu ni ganas de celebración. Aquello lo vivimos como un año de transición, celebrándolo en las casas, vestidos de fiesta y cantando el himno en los balcones, pero este año es cierto que estamos un poco más bajos de moral”, relataba García, que espera que en 2022 “todo haya pasado y que, aunque no se pueda celebrar la fiesta en la calle al cien por cien, sí al setenta u ochenta, porque así es muy difícil celebrar nada”.

Para Carlos García esta ha sido la primera vez en su vida que ha podido asistir a la salve en el interior de la catedral. “Siempre he estado desfilando, primero como escuadrista y luego como capitán, y el año que llovió y se suspendió el desfile tampoco pude venir porque estuve ocupado recogiendo las armas. Ojalá que este año tampoco hubiera podido estar, si eso hubiera significado que hubiéramos podido celebrar la fiesta en la calle”, aseguraba.

Un sol típico de Primer Viernes de Mayo, pero sin fiesta

Santiago Tomás, concejal delegado del Primer Viernes de Mayo también reconocía al término de los actos de la mañana que ha sido un día triste, “triste del todo”. “Esta es una fiesta muy especial para los jaqueses y el hecho de no poder celebrarla por segundo año consecutivo es bastante doloroso”, afirmaba. “Da mucha pena, más después del día que ha salido. Por la mañana, un poco nublado, mirando al cielo, pero a partir de las doce, cuando nos encontraríamos en el momento central de los actos, fíjate qué sol está haciendo. Un sol espléndido, típico de un día de Primer Viernes de Mayo”, comentaba, al tiempo que aún resonaban las campanas en la plaza de la Catedral, quizás una de las pocas cosas de la fiesta que hoy han permanecido inalterables respecto a otros años.

Miguel Carasol, que no portaba el traje de Conde Aznar, y Santiago Tomás, antes del comienzo de la salve. EL PIRINEO ARAGONÉS

Un Conde Aznar vestido de calle

Por vez primera, el Conde Aznar ha participado en la fiesta sin vestir el traje de época, una imagen inédita a la que tampoco se está acostumbrado. Al suspenderse la celebración, más allá de los actos de la ermita –que han sido a puerta cerrada– y el canto de la salve, “se consideró que lo mejor era no vestirse de fiesta, para ayudar a que se cumplieran las medidas de seguridad”, explicaba Miguel Carasol, vestido con un traje de calle y portando en el cuello una gran cadena dorada de la que pendía una cruz, el único abalorio que le identificaba como Conde Aznar.

“Este año está siendo totalmente diferente al pasado, porque, a pesar de que estábamos confinados, lo vivimos todos con una ilusión especial. Esta vez, al cansancio que venimos acumulando, se ha añadido la situación que nos ha tocado vivir ahora. Por lo tanto, tendremos que esperar al año que viene, para celebrar la fiesta que no pudimos vivir el año pasado, la de este y la próxima, que será la primera como Fiesta de Interés Turístico Nacional. Como se dice en estos casos, estoy seguro de que todos tiraremos la casa por la ventana. Pero, hasta entonces, hay que aguardar con esperanza e ilusión, no queda otra”, manifestaba.

De guardia en la Farmacia Lacadena, pero cantando el himno. EL PIRINEO ARAGONÉS

La hora del himno

Es la hora del himno, las trece cincuenta, pero las calles siguen prácticamente vacías. En el casco histórico, entre la calle del Obispo y la plaza de la Catedral, se agolpan las pocas cámaras de televisión y fotógrafos que han acudido a cubrir la fiesta de este año. Los cubrebalcones animan las fachadas de los edificios, al tiempo que las voces resuenan un tanto huérfanas y tímidas, solitarias, ya que la música grabada por la Banda y retransmitida por las emisoras de radio locales apenas se oye desde la calle.

Se suceden las estrofas, se eleva un poco más el tono cuando se llega al estribillo: “Jaca libre sabe vivir a la sombra del monte Oroel”, pero falta la apoteosis final, el bullicio de la fiesta, la magia del momento único e irrepetible cuando cesan los acordes.

A pesar de ello, la sensación final es de triunfo, de que se ha sabido cumplir con lo que se requería en estas circunstancias tan especiales, tal y como habían pedido las autoridades locales y sanitarias. “No ha habido problemas, ni nada reseñable”, más allá del incidente de ayer con la quema de un contenedor de papel y el expediente de sanción abierto a un grupo de más de veinte personas que estaban en un local, comentaba Santiago Tomás. “La gente ha estado muy responsable y eso dice mucho de todos nosotros”. Una nueva victoria que esperemos que pronto tenga su premio.

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