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Antón García Abril, aunque afincado lejos de la tierra que le vio nacer, nunca renunció a su origen aragonés y es también el reconocido autor del Himno de Aragón, cuya primera interpretación tuvo lugar en el palacio de la Aljafería en 1989

Antón García Abril. SE

La música nos brinda una armonía serena, tan necesaria cuando los tiempos convulsos imprimen desazón en virtud de un destino azaroso y sometido a la adversidad.

Hoy lamentamos la desaparición de una eminencia que el covid-19 nos ha arrebatado, un compositor cuya música reconocemos de inmediato, por mucho que se ignore su autoría. Un compositor que nos traslada a un mundo de poesía y belleza, de emociones plenamente integradas con las imágenes a las que su música arropó en la pequeña pantalla, grabadas en nuestra memoria a través de producciones tan acreditadas como las series Curro Jimenez y Brigada central, o la archiconocida y magnífica El Hombre y la tierra, de amplia difusión internacional. Pero no son menos aclamadas sus bandas sonoras para el cine, como Fortunata y Jacinta, Los santos inocentes o La colmena, cintas sobresalientes de una vasta nómina, más de doscientas películas, cuya ejecución le valió la Medalla de Oro de la Academia de Cine, en reconocimiento de una labor, tantas veces anónima, merced a cuya presencia las imágenes mantienen toda su capacidad para inculcar en nuestra mente una impronta indeleble, asociada a una partitura.

Antón García Abril, aunque afincado lejos de la tierra que le vio nacer, nunca renunció a su origen aragonés y es también el reconocido autor del Himno de Aragón, cuya primera interpretación tuvo lugar en el palacio de la Aljafería en 1989.

Fruto de una extraordinaria tenacidad, vocación y, sobre todo, trabajo, nos ha legado una obra que sorprende por su dimensión, descomunal, y calidad contrastada; obra que abarca todos los géneros y que en todos ellos hace gala de un sello inconfundible. De una imaginación desbordante e inclinación vanguardista, siempre sustentada por una sólida formación técnica y siempre con el esfuerzo como compañero de viaje, Antón ha compuesto una ingente cantidad de obras orquestales, música de cámara y piano, así como cantatas y otras piezas vocales. Mención singular merece una ópera, Divinas palabras, estrenada con gran éxito en 1997 en el Palacio Real de Madrid.

Antón García Abril es uno de los compositores de mayor alcance en la música contemporánea universal. Medalla de Oro de las Bellas Artes (1998) y miembro de varias Academias, fue también galardonado con el Premio Nacional de Música (1993), entre muchas otras distinciones.

De Antón bien puede decirse que es muchísimo más conocida su obra, extremadamente popular, que su persona, humilde y sensible, tan alejada del glamour y del aplauso como próxima a los suyos; fervientes amigos y una familia establecida en torno a su báculo central, su amada Aurea, en cuyos apéndices más preciados, se asientan sus nietos. Abuelo hasta la médula, sus Cuadernos de Adriana siguen utilizándose para que muchos niños ensayen sus primeros escarceos musicales.

Fue Antón un hombre feliz, que transmitió su ventura a cuantos le rodearon y que hoy le lloran, con su nombre tatuado en el corazón.

Firmado: CARMEN BANDRÉS-SÁNCHEZ-CRUZAT
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