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Estación de esquí de Astún. ARCHIVO

En contra de los que le acusan de no obligar a todas las comunidades a tomar las mismas medidas de confinamiento estas navidades, el Gobierno central aceptó que puedan matizarlas según sus características poblacionales y el grado de intensidad de la pandemia, siempre de acuerdo con sus competencias. En uso de esa limitada libertad, el Gobierno de Aragón decidió hace muy poco terminar con el confinamiento entre provincias y permitir viajar por toda la comunidad, aunque sin salir de ella. Pero cual sería nuestra sorpresa cuando a los pocos días se retracta, frustrando las expectativas generadas. Si tal decisión afecta en alguna medida a casi toda la región, lo hace en grado sumo a las comarcas con estaciones invernales y es dramática para el propio negocio de la nieve y sus extensiones. La marcha atrás, además, llegó cuando las estaciones habían preparado las pistas, comprometido contrataciones de personal y adquiridos suministros.

La dimensión trágica de la medida es comparable, como he dicho en otro lugar, a la que afectaría a la economía de nuestras playas y sus trabajadores si sus provincias fueran confinadas todo el mes de agosto. Es por ello que resulta muy grave leer que quien ha tomado la medida en Aragón haya afirmado que eso “no quiere decir que haya que dar la temporada de nieve por perdida”, lo que supone desconocer en grado sumo el tema al que se refiere.

Otra cuestión es el riesgo epidemiológico. En las comarcas más perjudicadas por la medida, si exceptuamos episodios iniciales en residencias, la incidencia del virus ha sido, y está siendo, limitada. El domingo 20 solo hubo 13 nuevos afectados en la provincia y uno en las comarcas pirenaicas. Para ellas el riesgo aumentaría, sin duda, si se abriera la comunicación a la población de Zaragoza, ciudad de la que proviene una parte de los probables visitantes. Valencia, el País Vasco y Navarra, con personas y familias de mayor consumo, suman muchos más usuarios de la nieve que los zaragozanos y sus comunidades mantienen cerradas sus fronteras, por lo cual la afluencia a las pistas sería limitada.

Por el contrario, con el cierre de las fronteras internas los zaragozanos resultan prácticamente confinados en su ciudad sin el alivio que supondría la salida de parte de ellos a las provincias de Teruel o Huesca y con el de riesgo que supone su acostumbrada concentración en la calle Alfonso, Puerto Venecia y otros lugares de ocupación masiva. O sea que, para acabarla de enredar, solo faltaba arruinar a unos y aumentar el riesgo sanitario a otros.

Esta decisión es un ejemplo más de la falta de atención al territorio, como lo es el desinterés por las comunicaciones occidentales y orientales pirenaicas, cuya más llamativa muestra, como vengo recordando, es el mantenimiento del estrecho y cochambroso puente sobre el pantano de la Peña y su acceso desde el sur. Puro centralismo aragonés.

Otra decisión muy discutible ha sido la de cerrar las piscinas de Jaca los fines de semana, con personal disponible y teniendo que conservar los vasos a buena temperatura sin tener en cuenta su escasa ocupación desde que se hizo necesaria la reserva previa.

Firmado: CARLOS GARCÍA MARTÍNEZ

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