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El autor visitó Jaca y Ansó para escribir Los Condenados, obra teatral que fracasó en su estreno de 1894, pero que obtuvo un éxito clamoroso veinte años más tarde

Benito Pérez Galdós-V. de Céspedes | CASA MUSEO PÉREZ GALDÓS

El Pirineo Aragonés del 10 de enero de 1920 publicaba la noticia de la muerte de Benito Pérez Galdós, considerado, después de Miguel de Cervantes, el escritor más importante y representativo de la literatura española de todos los tiempos. Era una escueta reseña, recogida en la sección de Notas de la Semana, en la que, además de aludir al eco que la noticia del fallecimiento había tenido en toda la prensa de la época, se hacía mención al breve trato que el semanario, dirigido entonces por el fundador Carlos Quintilla, mantuvo con el “egregio autor de los Episodios Nacionales”. Si bien no se cita expresamente, el suelto se refiere a la visita que Galdós realizó en el verano de 1894 a la villa de Ansó, para estudiar los tipos, las costumbres y los trajes en los que iba a inspirarse para escribir Los Codenados, un drama en tres actos que estrenaría ese mismo año, el 11 de diciembre, en el teatro de la Comedia de Madrid, y que resultó un completo fracaso. Dos décadas más tarde, en abril de 1915, se reestrenaría en el teatro Español, pero esta vez obteniendo una gran ovación por parte del público y el reconocimiento de la crítica.

La primera noticia que El Pirineo Aragonés dedica a Pérez Galdós es de un año antes del viaje a Ansó. El 1 de abril de 1883, el semanario comenta la repercusión que habían tenido en la prensa los homenajes que el novelista había recibido días antes en Madrid y en otras capitales españolas. Era una forma de sumarse a esa ola de admiración que se había levantado en torno al “insigne” escritor canario en todo el país, y para no quedarse atrás, lo hacía publicando una entusiasta e incondicional crónica:

Nosotros, apartados materialmente de aquellos centros en que con tanto lucimiento se hace uso de nuestra hermosa lengua e insignificantes propagandistas de la literatura contemporánea, conocemos también las obras del preclaro ingenio autor de Doña Perfecta y Gloria, y admiramos su talento puesto todo al servicio de nuestras glorias nacionales. Si por casualidad llegaran a sus oídos estas muestras humildes protestas de adhesión al genio que atrae hoy la atención de propios y extraños, sepa el señor Pérez Galdós que, en Jaca, situada entre los pliegues del Pirineo aragonés, hay quien le admira y se enorgullece de tener tal compatriota”.

Poco tiempo habría que esperar para que la ciudad de Jaca pudiera manifestarle a Galdós esas apasionadas muestras de fervor, ya que, el 29 de julio de 1894, El Pirineo Aragonés anuncia la llegada del escritor a la localidad y su inmediata visita a Ansó.

Dos ilustres jacetanos de la época, los señores Sánchez y Palá fueron a recibirle a la estación del ferrocarril, el martes 17 de julio, y le dieron hospedaje en su casa.

“Tan pronto como llegó este ilustre viajero, pudimos satisfacer nuestro anhelo de estrechar una mano, que tantas páginas ha escrito para gloria de nuestra nación y lustre de la literatura española. Momento fue aquel de marcada emoción para nosotros, al ver tanta grandeza en contacto con nuestra insignificancia y pequeñez”, relataba con efusividad Carlos Quintilla en su lisonjera crónica.

El Pirineo Aragonés anuncia el 29 de julio de 1894 la llegada de Galdós a Jaca y Ansó.

El director del semanario sería una de las personas que acompañarían al novelista durante su fugaz estancia en Jaca. Quintilla es testigo del “gran placer” que le causó a Galdós la visita a la catedral, sorprendido de “sus bellezas arquitectónicas”, de las que hizo “muchas y curiosas observaciones el notable arqueólogo sagrado e ilustre general D. Mario de Lasala”.

“Después salió a conocer algunas calles y edificios y los alrededores de la ciudad, causándole a nuestro parecer, gratas impresiones la vista del extenso y pintoresco horizonte, tanto que los acompañantes nos permitimos animarle a que se detuviera algún tiempo más en esta población, donde tanto podría hallar que fuera objeto digno de sus fecunda y galana pluma”, continuaba diciendo la crónica.

Pero los intereses de Galdós en aquellas fechas eran otros, apremiado como estaba por su nuevo proyecto literario, por lo que prefirió declinar la invitación y no demorar ni un minuto más su viaje a Ansó con el propósito de estudiar “las patriarcales costumbres y tipos de sus moradores”, según relata el propio Quintilla. En esta “expedición”, que partió al día siguiente, le acompañaron sus anfitriones en Jaca, los señores Sánchez y Palá, que contaban con familia y amigos en la villa ansotana, y a ellos se les unió el fotógrafo oscense Félix Preciado, “para reproducir todas las escenas típicas que creyese necesario a su propósito”. Por las informaciones recogidas en El Pirineo Aragonés, no es posible precisar cuántos días permaneció Galdós en Ansó ni conocer los detalles de su estancia en el valle. Tampoco hay constancia en archivos y fototecas de las imágenes que el fotógrafo realizó por encargo de Galdós. De existir, serían un testimonio de valor incalculable para los coleccionistas y los etnógrafos que se dedican al estudio de las tradiciones pirenaicas. Recordar que Félix Preciado contaba en aquella época con un estudio en el número 28 del Coso Alto de Huesca, y disponía de una sucursal en un local a pie de calle en el número 12 de la calle del Obispo de Jaca, enfrente del palacio episcopal. El gabinete de Preciado contaba “con los aparatos más perfectos y modernos en la profesión”, según aparece en un breve apunte sobre La fotografía que este periódico publicó el 9 de abril de 1910.

Plaza de Ansó en 1925 | FRANCISCO DE LAS HERAS

El 26 de agosto, un mes después de la estancia del escritor en Ansó, El Pirineo Aragonés incluye una nota en la que se desvela el título que Pérez Galdós iba a dar a su nueva obra teatral ambientada con elementos y personajes ansotanos. Se llamará Los Condenados, versará “sobre la cuestión religiosa” y será “tan original, que constituirá un verdadero suceso literario”, conjeturaba el semanario.

En la edición del 9 de diciembre, se anuncia ya el estreno en el teatro de la Comedia, acontecimiento que tendría lugar dos días más tarde, un martes, para más detalles. Se alude de nuevo al viaje que el escritor realizó a Ansó en el mes de julio y se habla de la estrecha relación de amistad que entabló con Juan Sánchez Gastón, vecino que le acompañó durante aquellos días y que, al parecer, le dio consejo para que la obra teatral fuera lo más fiel posible a las tradiciones y caracteres ansotanos. De hecho, su celo para que Galdós no se dejara llevar por los tópicos, ni sucumbiera a la tentación de recrearse en lo pintoresco, debió ser tan grande que quiso que su madre y una prima suya fueran al estreno madrileño para no dar margen a la improvisación:

“No satisfecho con los merecidos homenajes que entonces tributó e hizo tributar al justamente admirado literato, en la ocasión presente le ofrece una nueva prueba de su afecto desinteresado y de su anhelo por el buen éxito de la obra, haciendo ir a Madrid a su señora madre y a una señorita prima suya, ambas ansotanas de pura cepa, para ayudar a caracterizar los tipos”, recogía el número 662 de El Pirineo Aragonés.

El estreno

El estreno de Los Condenados fue un fracaso en toda regla a juicio del público y la crítica de la época. Esta circunstancia provocó que el propio Galdós pidiera que se retirara la obra del cartel, aunque la empresa de teatro, que había realizado una gran inversión en los decorados y el vestuario, cometió el error de representarla al menos otras cuatro veces más, lo que sirvió para espolear aún más a una crítica que se manifestó implacable en sus comentarios.

El Pirineo Aragonés, con la suficiente prudencia, no fue ajeno a ese sentir general al reproducir en sus páginas el artículo del estreno que fue publicado en La Crónica de Huesca:

“Quizá no hay periódico alguno en España que haya dejado de dedicar estos días su opinión, a nuestro entender todas tan respetuosas y sentidas como merece el ilustre escritor don Benito Pérez Galdós, con ocasión de la representación en Madrid de su nuevo drama titulado Los Condenados”, decía El Pirineo Aragonés en el preámbulo de la crónica, aparecida en la edición del 16 de diciembre. “Si el efecto que la obra ha producido hubiera sido tan victorioso para el autor como no podía menos de hacer creer su privilegiado talento, fácil también sería para nosotros unir nuestro voto de admirable satisfacción; pero ya que el resultado, al parecer, ha disipado accidentalmente tan fundadas esperanzas, nos limitamos a transcribir los siguientes párrafos, que publica nuestro estimado colega regional La Crónica de Huesca”, sigue diciendo el semanario en el artículo titulado Los Condenados, que se reproduce íntegramente en este reportaje.

Carmen Cobeña y Elisa Méndez, con el traje ansotano, en el reestreno de 1895.

La mala acogida que tuvo este drama teatral en tres actos hizo mella en el escritor canario que, meses después, en el prólogo de la obra impresa, en 1985, no dudó en arremeter duramente contra la crítica y la prensa, a la vez que se sometía un “examen de conciencia” tratando de averiguar las razones que habían favorecido el fracaso:

 “Esta obra, estrenada en el teatro de la Comedia la noche del 11 de diciembre, no agradó al público. No necesito encarecer mi fusión y tristeza, casi estoy por decir mi vergüenza ante él con su fracaso, pues compuse el drama con la franca ilusión de que sería bien acogido; llegué a figurarme, trabajando en él con ciego entusiasmo, que lograba expresar ideas y sentimientos muy gratos a la sociedad contemporánea en los tiempos que corren; lo terminé a conciencia, lo corregí y limé cuanto pude, y persuadido de no haber hecho un despropósito, ni mucho menos, lo entregué confiado y tranquilo a D. Emilio Mario, que tuvo la bondad de mandar sacarlo de papeles sin pérdida de tiempo, y repartirlo y ensayarlo con el esmero que es de ritual en aquella casa”, narraba Galdós.

“El estreno –añadía–, como brusca sacudida que nos transporta del ensueño a la realidad, me presentó todo al revés de lo que yo había pensado y sentido. El teatro es esto”, reconocía, para añadir a continuación que si bien “la mayoría de las personas que acudieron al teatro aquella desgraciada noche, iban con el deseo y quizás con la confianza del éxito; otras, en cambio, las menos sin duda, llevaron la previsión y la seguridad de la derrota. Más que la alegría de éstas (cosa muy propia de las luchas literarias, y que no debe asustar a nadie), me duele a mí el desengaño de las primeras. La pena que mostraban en el curso de la representación, y al retirarse de la sala, centuplicaba el desconsuelo con que actores y autor veíamos perdido nuestro trabajo, y malogradas las esperanzas de la empresa”.

Galdós, tras hacer un esfuerzo reflexivo y analítico para averiguar el porqué de aquel fracaso, reconoce que no ha llegado “al conocimiento preciso de las causas del desacuerdo entre autor y público”. Lo atribuye, en parte, a la longitud y la falta de intensidad de algunas escenas, pero sobre todo a que la obra se alejaba de los cánones y gustos predominantes en aquel momento:

“Quizás la encuentre en que toda la cimentación de la obra es puramente espiritual, y lo espiritual parece en pugna con la índole pasional y efectista de la representación escénica, según los gustos dominantes en nuestros días”, escribe el autor, que admite que “examinadas las causas probables, y no sabiendo fijamente cuál es la verdadera, se me ocurre que hay que buscar en la conjunción de todas ellas la razón del desgraciado éxito. De éste me declaro único responsable, pues los actores, sin excepción alguna, representaron la obra con inteligencia y esmero, venciendo en lo posible la turbación que debía producirles la inutilidad de sus esfuerzos ante un público en parte distraído, en parte hostil”.

En el prólogo, Benito Pérez Galdós se explaya en los ataques a la crítica, aunque finaliza diciendo que no conserva “ninguna clase de rencor, ni aun de resentimiento, contra los que han escrito acerca de Los Condenados cosas que tengo por injustas y descorteses, alardeando de un rigor crítico en el cual no se ve proporcionalidad entre la sentencia y los errores de la causa juzgada. Después de todo, en ello hay más ignorancia que malicia, y una y otra cosa son accidentes comunes de la lucha por la existencia artística, ruda en todas las esferas del pensamiento, y en el teatro formidable”.

Veinte años más tarde

Tuvieron que pasar veinte años para que Los Condenados recibiera, finalmente, el reconocimiento generalizado del público y la crítica. Federico Oliver, que era el director de la compañía del Teatro Español de Madrid, se empeñó en rescatar la obra del olvido con la intención de presentarla a un público nuevo, muy distinto del que dos décadas antes la había defenestrado. Y no se equivocó, porque el reestreno del 6 de abril de 1915 fue un gran éxito:

“El autor y los actores fueron aplaudidos efusiva y estruendosamente. Hubo hurras y vítores para un Galdós satisfecho, aunque ya casi derrotado por los años de esforzado trabajo. Parte del mérito fue de la actriz, Carmen Cobeña”, que, al igual que en el estreno de 1894, interpretó el papel de Salomé, la protagonista. Así lo cuenta Eduardo Valero, en el artículo Madrid y Galdós: Los Condenados por dos, publicado en la web Historia urbana de Madrid… y el Madrid galdosiano.

“La dirección del teatro Español no se conformó con restregar por las narices a los detractores el gran éxito de Los Condenados en abril de 1915, sino que volvió a inaugurar su temporada de octubre con la misma obra. Compartía cartel con Rosa y Rosita, de los hermanos Álvarez Quintero”, recuerda Valero.

Revisión de Los Condenados, reportaje que publicó Mundo Gráfico el 14 de abril de 1915.

La popular revista de aquella época Mundo Gráfico dedicó varios artículos al reestreno. Uno de ellos, profusamente ilustrado con curiosas y bellas imágenes de los actores y de la representación, relata emocionadamente la “revisión literaria” de Los Condenados y destaca el talento puesto de manifiesto por Carmen Cobeña, que, para gran parte de la crítica, fue la gran artífice de “un éxito clamoroso, inmenso, indiscutible…”:

“El hermoso drama Los Condenados de D. Benito Pérez Galdós, reestrenado el día 6 del corriente en el Español, ha sido una revisión teatral bien dichosa y que pregona claramente los indiscutibles avances realizados en veinte años por la cultura del público. Fracaso ruinoso en aquella época de absurdos convencionalismos teatrales, Los Condenados han logrado ahora el clamoroso éxito al que es acreedora obra tan honda y tan bella. Sobre un problema de conciencia, análogo al estudiado por Tolstoi y Dostoievski en sus dos más célebres producciones: El poder de las tinieblas y Crimen y castigo, y que en síntesis no es sino la legitimidad del derecho a la pena, ha construido el glorioso autor de los Episodios Nacionales un interesante cuadro dramático. El pensamiento capital hállase desarrollado con acertadísima habilidad técnica, el diálogo es bello y expresivo, y la acción sobria y rápida marcha rectilínea y convincente hacia el desenlace lógico y felicísimo.

En la interpretación, esmeradísima, se distingue notablemente, la eminente actriz Carmen Cobeña”.

El Pirineo Aragonés estuvo atento al reestreno de la obra en el teatro Español. Así, en la edición del 10 de abril (número 1.671), sólo cuatro días después de la reposición, se publica un suelto firmado por Francisco Quintilla, hijo del fundador y futuro director del semanario, en el que se aplaude un triunfo tardío, pero liberador, tanto para el autor como para sus incondicionales seguidores jacetanos y ansotanos, que tanto empeño habían puesto en que la obra obtuviera un clamoroso éxito desde el principio:

“Galdós, hace veinte años, fracasó rotundamente con el estreno de su drama Los Condenados.

Galdós, hace tres días, ha sido aclamado y vitoreado en el Español, al revisarse ahora, después de cuatro lustros de olvido, esa misma obra.

El gran autor estuvo en Jaca y en Ansó, inspirándose para su drama. Aquellos aires nuestros han producido, siquiera sea en largo plazo, un efecto de purificación, y Los Condenados vienen, por fin, a vivir la vida de la gloria.

¡Cómo cambian los tiempos!”.

Homenaje a los fundadores de La Esfera, entre ellos Benito Pérez Galdós, aparecido en Mundo Gráfico en 1915.

Fuentes

Para realizar este reportaje, se han consultado las siguientes fuentes:

Hemeroteca de El Pirineo Aragonés (www.elpirineoaragones.com): Núm. 50 (1 de abril de 1883); Núm. 643 (17 de julio de 1894); Núm. 647 (26 de julio de 1894); Núm. 662 (9 de diciembre de 1894); Núm. 663 (16 de diciembre de 1894); Núm.  1.410 (9 de abril de 1910); Núm. 1.671 (10 de abril de 1915), y Núm. 1.919 (10 de enero de 1920).

Historia Urbana de Madrid: Madrid y Galdós: Los Condenados por dos (https://historia-urbana-madrid.blogspot.com/2014/07/madrid-y-galdos-los-condenados-por-dos.html).

Mundo Gráfico: La revisión del hermoso drama “Los Condenados”, de D. Benito Pérez Galdós (14 de abril de 1915). Biblioteca Nacional.

Biblioteca Nacional: Los Condenados [Manuscrito]: drama en tres actos [ca. 1895]. Biblioteca Nacional.

El Museo Canario. Biblioteca: Los Condenados. Drama en tres actos, precedido de un prólogo. Benito Pérez Galdós. Madrid. Imprenta de José Rodríguez.

Los Condenados

Comienzo del artículo Los Condenados, dedicado al estreno de la obra en 1894, publicado en El Pirineo Aragonés el 16 de diciembre de ese año.

Quizá no haya periódico alguno en España que haya dejado de dedicar estos días su opinión, a nuestro entender todas respetuosas y sentidas como merece el ilustre escritor don Benito Pérez Galdós, con ocasión de la representación en Madrid de su nuevo drama titulado Los Condenados. Si el efecto que la obra ha producido hubiera sido tan victorioso para el autor como no podía menos de hacer creer su privilegiado talento, fácil también sería para nosotros unir nuestro voto de admirable satisfacción; pero ya que el resultado, al parecer, ha disipado accidentalmente tan fundadas esperanzas, nos limitamos a transcribir los siguientes párrafos, que publica nuestro estimado colega regional La Crónica de Huesca:

Con verdadera impaciencia esperábamos el juicio de la prensa madrileña sobre la última comedia del insigne Galdós, Los Condenados, estrenada el martes último en el teatro de la Comedia.

Nuestro interés se explica, ya porque la acción de Los Condenados la había puesto Galdós en las montañas de nuestra provincia, en el valle de Ansó, y esperábamos ver retratados por la pluma del insigne escritor caracteres de nuestro pueblo, ya porque el autor de Realidad y La de San Quintín forma en la escuela evolucionista, que trata de llevar a escena problemas científico sociales, encarnados en personajes que sean personificación abstracta de ideas y sentimientos y pasiones.

Pero Los Condenados ha sido una equivocación de Galdós, y la crítica unánime hace coro a la opinión del público que condenó a Los Condenados al olvido, sin conceder a Pérez Galdós ni los honores de una vez ser llamado a escena.

Fue equivocación el título, que ninguna correspondencia tiene con el cuerpo de la obra; fue equivocación el lugar de la escena, ya que los personajes pueden vivir lo mismo en las abruptas montañas de nuestro Pirineo que en los poéticos valles de Andalucía; fue equivocación el diálogo, porque toda la condición social de los personajes, es de todo punto inverosímil conversación de tonos filosóficos tan marcados; fue equivocación el pensamiento, tan oscuro y embrollado que se necesita de un buscapié, para encontrar el sentido de muchas frases; y sobre la equivocación, falto de interés, de situaciones que conmuevan, fastidiosa la obra por lo falsos que resultan los caracteres, sin adorno, desdibujados y displicentes como día de niebla en la nebulosa Albión.

Y es que Pérez Galdós es un eximio novelista y sus comedias son una novela representada, en la que han tenido que contarse muchos capítulos y dejado muchos párrafos, que ni no pertenecen al mundo del argumento sirven maravillosamente a explicarlo. Hay una gran diferencia entre la novela y el drama, y, como en Galdós, puede resultar que la pluma que valiente escribe Los Episodios Nacionales, se equivoque notablemente en Los Condenados.

La acción se desarrolla en el valle de Ansó. Entre los cerros que limitan el valle vive Salomé, joven inocente y enamorada con locura de cierto personaje misterioso, que anda por aquellas breñas cometiendo desafueros. El tal, para enamorar a la linda muchachuela, la expone a una serie de teorías metafísicas, que a ella le parecen de perlas; lo que, en cierto modo, justifica la locura que a la postre padece la buena de Salomé.

José León (que tal es el nombre de guerra del galán), propónele a su amada un rapto, que ella acepta; pero el padre de la muchacha y la gente del pueblo, que mira con malos ojos al seductor, sorpréndelos y amenazan de muerte al raptor, que sin duda lo pasaría mal sin la intervención de Paternoy, hombre austero y medio sacerdote que anda por Ansó en traje de domador de fieras, ejerciendo una especie de pontificado máximo.

Paternoy –digo– no sólo salva a José León de la cólera de los ansotanos, sino que da a los dos jóvenes su autorización para que se amen y se vayan juntos en busca del cura que ha de casarlos. Para que sean responsables –dice el patriarca aragonés– es menester que sean libres.

En el segundo acto, Salomé y José León viven en unas ruinas, sin más amparo que el de Dios y el de las buenas almas. No han podido casarse porque el cura, en cuya busca fueron al terminar el primer acto, hizo la gracia de morirse antes de que la enamorada pareja pudiera recibir su bendición. Ella está contenta al lado del hombre a quien adora, pero él quiere, a todo trance, salir de su miseria, para lo cual idea ir a visitar a cierta viuda, ligera de cascos, que vive al lado de las ruinas, a fin de pedirle que le conserve un molino y una huerta en arrendamiento. Hay que advertir que esta viuda ha tenido algo que ver en otro tiempo con José León.

Protectora de los enamorados es Santamona, una viejecilla muy religiosa, que se pasa la vida recogiendo tomillo y mejorana en el monte y haciendo obras caritativas. Allá va a llevarles a los novios vituallas, café y hasta cigarros al novio, y allá va también Paternoy a anunciar que las gentes del pueblo se dirigen a las ruinas, a jugarle una mala pasada a José León. Y en efecto, llegan de mano airada, y uno de ellos, cuyo nombre no recuerdo, hombre rencoroso si los hay, encarándose con Salomé, le dice sobre poco más o menos: –«Tu amante está cogiendo amigablemente cerezas con Feliciana. Si quieres, ven, los verás, y te convencerás de que José León te traiciona». Y en efecto, Salomé, a la vista de la escena de las cerezas y al saber que su novio conserva retrato de Feliciana, se pone furiosa, revela el verdadero nombre de José León y, acompañada de su padre, emprende el camino del convento de la Esclavitud.

Cuando León vuelve y se entera de lo que acaba de suceder, pone el grito en el cielo y quiere matar a Paternoy. Pero de nuevo llegan sus perseguidores, tiene que ocultarse, y entonces, Salomé y el semisacerdote juran en falso, para librarle del furor de los ansotanos. Así acaba el acto.

En el tercer acto la encontramos loca rematada en el convento de la Esclavitud, vestida de blanco, deshojando flores, y diciendo extravagancias muy propias de su estado mental. Y allí en el convento salen y entran como Pedro por su casa Paternoy, José León, Feliciana y Santamona, que tiene mucha mano en la santa casa, y el grupo de ansotanos rencorosos, que vienen de nuevo a apoderarse del amante de Salomé: en aquel momento sale una procesión, suena el órgano y, en medio de tal solemnidad, Salomé, consultada por Paternoy sobre si debe salvarse o condenarse a muerte a José León, le sentencia a la última pena. Confiesa él todas sus culpas, llévanselo los lugareños y el telón cae en medio de respetuoso pero significativo silencio.

Tal es, a grandes rasgos, el argumento de Los Condenados.

Plaza de la fuente de Ansó a principios del siglo XX. | FRANCISCO DE LAS HERAS

El Pirineo Aragonés (16 de diciembre de 1894)

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Galdós responde a la prensa y la crítica

Edición impresa de Los Condenados, con prólogo de Benito Pérez Galdós sobre el estreno de la obra. Año 1895.

El público aprueba o desaprueba, por sentimiento, por instinto crítico, razonando vagamente y por tópicos casi siempre rutinarios, lo que ha visto y oído. Después viene la prensa, cuya misión debe ser examinar con criterio inteligente las obras literarias. He tenido la paciencia, qué paciencia y no poca se necesita para ello, de leer todo lo que sobre LOS CONDENADOS se escribió; pocos artículos de crítica formal, sin fin de revistillas que respiraban malquerencia, sueltos informativos, conteniendo juicios precipitados, de una severidad enfática y ridículamente sentenciosa. En periódicos que me distinguieron siempre con su amistad, vi la tristeza del fracaso, y una crítica indulgente y cariñosa. Muchos venían tan alegres como si les hubiera tocado el premio gordo de la lotería. Algún crítico, que goza de fama mordaz, se mostraba duro con la obra, con su autor, considerado y respetuoso. Otros, en cambio, salieron tan desmandados, como si se tratara del último esperpento de los teatros por horas, de una de esas efímeras piezas, cuya crítica suele hacer el aburrido público con las extremidades inferiores.

(Pequeño extracto del prólogo que Benito Pérez Galdós incluyó en la obra impresa de Los Condenados, publicada en 1895, donde responde a la crítica por los comentarios realizados tras el estreno)

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